Es usted de Madrid, pero ya lleva unos cuantos años aquí. ¿Le gusta Cartagena y el resto de la Región de Murcia?

Me encanta. Se parece mucho a San Sebastián, donde estudiamos; es una ciudad portuaria, pequeña y la calidad de vida es muy buena.

María dice que si tuviera que quedarse con un ingrediente sería con el guisante. De toda la gastronomía murciana, ¿cuál elegiría?

Yo igual. Es que el guisante es muy especial. Antes no me gustaban mucho hasta que probé el guisante de aquí. Ella (María) me cambió la perspectiva sobre eso. También me encantan los pescados. A ver si recuperamos el Mar Menor poco a poco porque es parte esencial de Magoga.

¿Cómo llevó la tensión en la gala antes de saber que Magoga sí se encontraba entre los restaurantes galardonados?

Cuando nos invitaron me sorprendió, pero hasta el último momento no sabíamos nada. Nadie quería decirnos nada, así que hasta que no vimos el nombre ahí… María se levantó corriendo y yo me quedé llorando en la silla. Nos dimos un beso... mientras ella iba hacia el escenario la gente empezó a abrazarme. Fue muy emocionante.

¿Cómo se imagina en un futuro?

Llevamos cinco años y medio aquí y lo que hemos conseguido, de verdad que no nos lo imaginábamos. Dentro de unos años nosotros queremos seguir haciendo lo mismo, porque queremos vivir toda la vida de esto. Nos encantaría que Magoga siga abierto por lo menos hasta que nos jubilemos, ya no sabemos si nuestros hijos querrán seguir, aunque que desde luego me gustaría mucho... al final lo esencial es eso, poder vivir de lo que te gusta y que tus clientes, por supuesto, se vayan encantados.

¿Qué es María para Magoga?

Ella, sin duda, es el alma. Los dos somos cocineros y decidimos que me saliera yo a la sala. Yo era muy tímido y ella fue la que me ayudó a llevarlo mejor. Ahora también ella ayuda, sale a hablar con la gente y en ese sentido me quita presión. En fin, yo he sabido reinventarme un poco pero sin ella esto no hubiera sido posible.