Bajo un sol más propio de julio que de finales de septiembre, la representación histórica más aclamada por cartageneros y visitantes dentro de la extensa programación de los festejos de Carthagineses y Romanos se ha celebrado este viernes: la batalla por la conquista de Qart Hadasht.

Los habitantes de la ciudad divisaron desde las gradas, donde podían verse cantidad de abanicos e incluso algún paraguas a modo de sombrilla, cómo el general Escipión irrumpía con su legión de soldados romanos a Qart Hadasht dispuesto a derrotar a los carthagineses. «¡Victoria o muerte!», gritaba el general romano a sus fieles soldados. «He tenido una revelación, en sueños Neptuno me ha revelado que ganaremos la batalla contra Aníbal y los carthagineses», alentaba a las legiones Escipión.

Los espectadores no quitaban ojo, asombrados, a lo que estaba ocurriendo, como Saray Almansa y Sergio Guirao, llegados desde Pilar de la Horadada para divisar cómo los romanos arrebataban Qart Hadasht a los carthagineses, al igual que David Paulman y Amanda Thomas, naturales de Bournemouth (Inglaterra) y afincados desde hace once meses en Pilar de la Horadada: «Estamos asombrados, nunca habíamos visto unas fiestas así», aseguró David.

Sorprendido también el parisino Sylvain Layus, que se encuentra actualmente de estancia Erasmus en la UPCT y agradece «haber llegado a tiempo a la ciudad para disfrutar de las fiestas». En primera fila, Josele Torres afirmaba que desde que sus pequeños, Iván de cinco años y Alberto de tres, son «más mayores», perderse este espectáculo no es una opción: «Llevan semanas diciéndome: mamá, queremos ir a la batalla, que no se te olvide», explicaba entre risas.

Pero no sólo había familias disfrutando de la representación teatral histórica, también grupos de amigos, como el caso de Javier Sáez, Ana Jumilla y Rocío Jumilla: «Es el segundo año que venimos juntos para ver el espectáculo», afirmaba Javi, mientras que Ana bromeaba diciendo: «Espero que por un año ganen los carthagineses».

La lucha continuaba y, aunque en un primer momento los carthagineses albergaban la esperanza, tras hacer retroceder al ejército romano, las espadas y lanzas se escuchaban más que nunca, por los aires volaban flechas de un lado a otro, y hasta una catapulta lanzaba munición sin descanso por parte de los guerreros que venían a «vengar a Roma». Aun así, las tropas no cesaban en su empeño por mantener en su poder la valiosa ciudad de Qart Hadasht: «Somos carthagineses, no conocemos el dolor ni el miedo», advertía Magón al general Espción, a la vez que intentaba alentar al pueblo carthaginés.

Pero resultaba inútil, poco a poco los romanos conseguían avanzar más y más en la línea de batalla, mientras otra parte de la legión según señalaba el general Escipión bloqueaba la entrada a Qart Hadasht con la intención de que ningún pueblo amigo pudiera pisar tierra y ayudar a los carthagineses a doblegar a los romanos. A su vez, otro grupo de los soldados de Escipión escalaba la muralla carthaginesa con la intención de abrir desde dentro las puertas a los romanos.

El espectáculo estaba servido: lucha a pie de guerra, a caballo, efectos especiales que hacían simular el fuego de los ataques por parte de tropas y legiones, el público se mantenía espectante, como si no supieran lo que pasaría minutos más tarde, algunos animaban a Roma, otros se dejaban la voz por Qart Hadasht.

Pero llego el fin de la batalla, mientras que los romanos celebraban la victoria, los pocos supervivientes de la ciudad que nació con Asdrúbal admitían cabizbajos la derrota. Finalmente, Magón se vió obligado a entregar la llave de Qart Hadasht al general Escipión, que se comprometió a dejar salir de la ciudad en paz a aquellos carthagineses que así lo deseasen. El general a cargo de la batalla bautizó a la ciudad romana como Cartago Nova. Entre gritos de victoria, los romanos abandonaron el campo de batalla.