Uno de los chiringuitos más famosos de La Azohía está viviendo desde hace un par de años su calvario particular. Sin luz y ante la posibilidad de enfrentarse a multas en caso de organizar conciertos, Antonio Luis Parens, dueño del Rockola Summer Club, asegura que las trabas burocráticas que ha tenido durante este tiempo le han «arruinado» y que eso y los problemas que está teniendo para poder tener luz le han costado ya más de 10.000 euros, según asegura.

«Antes solía abrir desde Semana Santa hasta septiembre y ahora mismo no sé cuándo podré abrir», hace hincapié Parens, visiblemente molesto con la situación.

El problema empezó justo cuando los chiringuitos consiguieron la licencia de apertura por cuatro años prorrogable, en vez de anualmente, como debían solicitarla antes. En ese momento, Parens solicitó la contratación de la luz y se dio cuenta de que no disponía de este servicio debido a una serie de problemas de otro establecimiento de la zona. Fue entonces cuando se puso en contacto con el Ayuntamiento para conocer qué ocurría. «Había que soterrar el paso de la luz, pero no es tan fácil hacerlo en La Azohía porque depende de distintas administraciones, por ejemplo, la carretera pertenece a la Comunidad, el Paseo, al Ayuntamiento y el agua a Costas», cuenta.

A finales de junio de 2017 y ante el problema de no poder abrir su negocio por no tener luz, recurrió el tema al Ayuntamiento, donde, asegura, «buscaron una alternativa temporal».

La opción que le propusieron consistía en tirar los cables de la luz de manera aérea, sin soterrar, para que ese verano pudiera abrir su negocio. «La ley prohíbe hacerlo así, pero en el Ayuntamiento me dijeron que sería algo temporal, así que compré dos postes de 8 metros de altura, con los gastos que eso conlleva y firmé un papel que indicaba que en septiembre lo quitaría», relata.

Ese verano pudo abrir su negocio, aunque más tarde de lo que suele ser habitual. «Perdí más de 4.000 euros ese año. Hay que tener en cuenta que yo vivo de esto», apunta.

A la vuelta del verano presentó los papeles en regla para que se pudiera hacer la zanja pertinente y el chiringuito tuviera luz el año siguiente. «Pero llegó junio y seguían sin hacer la obra, por lo que volví a solicitar el tirar cable de la luz por arriba», dice, añadiendo que ese año el Ayuntamiento también quiso cobrarle el canon de ocupación en Semana Santa cuando «yo no pude abrir en esa época».

«Una obra que se puede hacer en una mañana, han tardado dos años en hacerla. me dieron los permisos, se empezó, pero a la fecha que estamos se ha quedado sin acabar», denuncia Parens, que ya ve cómo éste verano se acumulará a los años de pérdidas que ha tenido.

«Cuando empecé no debía un duro a nadie. Culpo a las administraciones por no poder terminar la obra», indica, añadiendo que a eso se le suma la ordenanza de ruidos que les prohíbe organizar conciertos. «Desde que llevo abierto en verano organizo muchos conciertos gratis para la gente que viene a la playa, ahora no he empezado a hacer la programación porque no quiero que, encima me multen, que sería lo que me faltaba», lamenta.