Finaliza un fin de semana atípico, polémico y envuelto en un ambiente enrarecido en la ciudad de Cartagena. Las Cruces de Mayo de este año han estado marcadas por la decisión del Ayuntamiento de prohibir a los bares instalar las barras y los equipos de música en las calles, lo cual ha cambiado drásticamente el ambiente de esta festividad, ha generado críticas de los partidos de la oposición y de los hosteleros, y no ha conseguido paliar el descontento vecinal.

Desde la Plataforma Sin Ruido insisten en que se debe instalar un recinto apropiado para este tipo de espectáculos, y sostienen que el Consistorio ha convertido el casco histórico «en un espacio recreativo para todo tipo de eventos». Para cumplir con la ordenanza sobre ruidos y evitar las molestias de los eventos, el Consistorio se encargó de la organización de los propios conciertos. Sin embargo, la Plataforma Sin Ruido apunta que los espectáculos folclóricos, con coros rocieros y bailes de sevillanas durante la tarde-noche del sábado, «sobrepasaron ampliamente los límites permitidos», a pesar de haberse reducido respecto a ediciones anteriores.

Sin embargo, las críticas de los vecinos se siguen centrando en el consumo de alcohol en la vía pública. Según su punto de vista, el casco histórico «ha degenerado en un macro-botellón y se han contemplado escenas denigrantes». La calle Honda, epicentro del ocio nocturno de la ciudad, estuvo a rebosar durante todo el fin de semana. Previamente a la celebración de las Cruces de Mayo, los vecinos ya expusieron a la alcaldesa que las medidas adoptadas eran insuficientes para evitar los altos niveles acústicos.

Por su parte, los hosteleros señalan que el fin de semana «ha sido desastroso para el sector», comparando los datos con los últimos años. A pesar de la afluencia de público durante los conciertos y de la gente que había en las terrazas, el presidente de Hostecar, Juan José López, apunta que los locales de ocio han perdido la mayor parte de la clientela en comparación con los últimos años. «Por mucho que quieran vender, hemos pasado de más de 50.000 clientes en los años anteriores a no vender ni una décima parte», comenta. Así pues, mantienen que han vendido más o menos lo mismo que en un fin de semana normal, no festivo, pero además con «un ambiente enrarecido» después de varios años en los que esta fiesta se estaba consolidando.

«La sensación de la gente que venía de fuera es que se sienten totalmente decepcionados, porque les habían hablado de una fiesta espectacular y este año no ha sido así. Y también es el sentir de la ciudadanía de Cartagena», opina el presidente de la patronal hostelera. Las críticas a la concejalía de Festejos por la organización de este evento también llegan de parte de los propios músicos, que se han puesto del lado de los hosteleros, habituados a que los bares les dieran todas las facilidades para actuar.

Además, la ausencia de medidores de decibelios y de mayor presencia policial en las calles también ha provocado el descontento de los actores implicados. Las fuentes consultadas coinciden en que no por prohibir las barras y los equipos en las calles hubo menos suciedad ni menos ruido. «Han sido unas cruces malas en las que no ha ganado nadie», concluye Juan José López.