Miles de millones de euros gastados en promoción turística, en viajes de nuestros representantes políticos a la recientemente celebrada Feria Internacional del Turismo (Fitur), en campañas para dar a conocer lo mejor de nosotros, nuestras peculiaridades y la belleza de nuestra tierra, en la que sus procesiones de Semana Santa ocupan, pese a que muchos quieran negarlo, el lugar más brillante y privilegiado de cuantos eventos culturales se desarrollan en Cartagena. Nuestra ciudad se transforma en su Semana de Pasión, a la que también lllamamos su Semama Grande, por algo será. Hace más de dieciocho años, a finales de noviembre de 2005, tras mucho trabajo y gracias al empeño del entonces concejal del área, José Cabezos, conseguimos la Declaración de Interés Turístico Internacional para nuestros desfiles, mucho antes que los de Murcia y los de Lorca, que también han logrado este reconocimiento. Y todo para nada.

Mi sobrino, un joven valenciano de sangre cartagenera, siente la Semana Santa de Cartagena como el que más, pero, hasta este año, no había tenido la posibilidad de desplazarse a Cartagena la madrugada del Viernes de Dolores para poder ver la procesión del Cristo del Socorro, la primera procesión de España, hasta que alguien demuestre lo contrario.

Estaba ilusionadísimo hasta que fue a sacar los billetes del tren para venir la tarde antes y descubrió que no puede ser, porque el servicio ferroviario hasta Cartagena se suspende hasta el 11 de abril. ¿Y a que no adivinan qué día es el 11 de abril? Pues sí. Es Viernes de Dolores, el día más grande entre los grandes de Cartagena, la festividad de nuestra Patrona la Virgen de la Caridad, la jornada en la que la ciudad no duerme desde la Serenata de medianoche a su Madre hasta la cada vez menos famosa y este año imposible misa del Talgo, porque se celebraba para los cartageneros que llegaban en el último tren y que, en esta ocasión, tendrán que hacerlo por carretera.

Las obras del AVE en el tramo que une Alicante con Murcia son la causa de esta interrupción del servicio, que ha anunciado esta semana el delegado del Gobierno, probablemente, sin percatarse de que en una fecha tan señalada para Cartagena y, por tanto, para nuestra Región, prescindimos de uno de los medios de comunicación más utilizados por los ciudadanos para acudir a la entrañable cita anual con su Patrona y con sus familias. Potque en Cartagena, además de por Navidad, se vuelve a casa por Semana Santa.

Es verdad que cuando uno se mete en obras, debe estar dispuesto a soportar ciertas molestias e inconvenientes, debe adaptarse a la situación con sus incomodidades hasta que se rcupere la rutina de nuevo y ha de procurar quejarse lo menos posible, porque se hace en beneficio de todos. Sin embargo, la sensación de ninguneo que sufre Cartagena y los cartageneros se acrecienta por momentos. Y lo peor es que, probablemente, quienes deciden estas cuestiones ni siquiera lo hacen adrede, simplemente, no se molestan en comprobar en qué pueden perjudicar a nuestra tierra, porque nuestra tierra apenas les importa.

Quizá esté siendo tremendista, aunque seguro que para muchos me estoy quedando hasta corto. Y no sé si será populismo fácil y barato, pero no imagino que el transporte ferroviario se suspenda en Madrid durante las fiestas de San Isidro, ni en Valencia durante las Fallas, ni en Sevilla durante la Feria de Abril o en Barcelona el día de la Diada.¿Qué creen ustedes que harían los ciudadanos de estas ciudades si se encontraran que en unas fechas tan señaladas no pudieran llegar en tren a su tierra? Ya sé que no somos lo mismo, que Cartagena está muy lejos aún de ser esa gran ciudad de la que queremos presumir y por la que queremos sacar pecho, pero es que entre lo comodones que somos y que no nos dejan, no hay manera de crecer y cada paso nos cuesta sangre, sudor, lágrimas y el doble de esfuerzo y de dinero que a otros lugares con más peso en nuestro mapa nacional.

Con motivo del 30 aniversario de este periódico, se publicó hace pocos meses un especial en el que fue un lujo colaborar. La idea era inventar un relato o una noticia que nos trasladara a dentro de otros treinta años. La historia que conté relataba la desaparición del servicio de tren en Cartagena casi de modo apocalíptico, pero visto lo visto, igual me quedé hasta corto. Si exagero o no lo dirá el tiempo, pero la realidad a día de hoy es que mi sobrino y el suyo, sus hijos, sus nietos, sus padres, sus seres queridos, nadie podrá llegar a Cartagena en tren desde Alicante el Viernes de Dolores.

Y, ahora, podemos seguir gastando miles de millones de euros en campañas de promoción, en recuperación del patrimonio histórico, en mil y un proyectos y en aeropuertos, pero mientras sigamos perdiendo el tren, mientras nos dejen tirados en el andén, no conseguiremos avanzar.

Menos mal que siempre nos quedará el mar, aunque nos queda mucho por andar para ser ese destino que Miguel de Cervantes ensalzó como aquel «a cuyo claro y singular renombre se postran cuantos puertos el mar baña, descubre el sol y ha navegado el hombre». ¡Anda que no nos ha cambiado la historia! Ahora, nos conformamos con poner el grito en el cielo porque un bar de Murcia le gasta una broma futobolística a unos aficionados del FC Cartagena, al ponerles en la cuenta una inexistente tapa que les recordaba el fatídico minuto 97 en la que el equipo de nuestra ciudad se dejó de nuevo la ilusión de un ascenso. No vean la que se ha liado sobre la tapita en las redes sociales. ¡Para que luego digan que no nos preocupamos de las cosas importantes!