Salvar vidas. Ese es el objetivo de AMAS, una asociación sin ánimo de lucro ubicada en la Barriada José María Lapuerta que trata de reincorporar a la sociedad a drogadictos; no solo para pasar de la adicción a la abstinencia, sino, sobre todo, para dotar de sentido sus vidas y evitar que vuelvan a recaer, como sucede en muchos casos. Todo empieza con un tratamiento terapéutico cuando el paciente permanece en fase de consumo. Pero tan importante es eso como realizar un aprendizaje manteniendo la abstinencia. Por ello, organizan actividades de ocio y tiempo libre, y establecen un programa de vivienda.

Abogados, trabajadores sociales, médicos o psicólogos forman parte de un proyecto que arrancó en Roldán como una asociación de afectados, y que ha alcanzado un importante nivel de profesionalización. En muchos casos, el trabajo arranca en la propia cárcel, ayudando a personas que están en tercer grado, o acudiendo a las prisiones con grupos de apoyo para que, posteriormente, se puedan incorporar a su proyecto.

El día a día consiste en ofrecer un tratamiento integral por casos individualizados, para que se habitúen a vivir sin las drogas. Su modelo se basa en una actitud terapéutica, para aumentar la probabilidad de que regresen a la siguiente sesión, y siempre sin culpabilizar al paciente. El trabajo psicológico con las familias también es un aspecto fundamental.

Además, para evitar que los afectados vuelvan al punto de partida, AMAS ha organizado este programa de vivienda. Se trata de aislarlos de la familia y de evitar el sufrimiento, pero también de que sean independientes y aprendan a gestionar su propia economía. Así lo ve el presidente de esta asociación, Damían Alcaraz: «El problema de estas personas, incluso cuando salen de prisión, es que los problemas siguen existiendo en su lugar de origen. Si no hay un cambio, no hay una aceptación», apunta. En su caso, fue líder sindical en los ochenta, y sabe de primera mano lo que es pasar por la adicción a las drogas: «Deseas morirte. Deseas estar en la cárcel, porque si sales, sabes que vas a recaer».

Bajo el paraguas de AMAS viven unas trescientas personas a nivel regional. Consideran que el sistema público «atiende a los toxicómanos, pero luego les deja olvidados de la mano de Dios». «Cuando llegan a un centro de desintoxicación, te desintoxican, los tienen cuatro o cinco meses y lo vuelven a dejar en la casa. Esa persona sigue teniendo las mismas problemáticas que tenía antes: en lo familiar, en lo penal? Esa persona sigue sufriendo. Y vuelven a recaer, y se están muriendo», apunta el presidente de AMAS. María Reyes, trabajadora social, señala que todo consiste en una una ardua labor para que «estas personas vuelvan a formar parte del tejido social». Por ello, en este programa van acompañados por los llamados 'agentes de cambio', que son personas que han superado su adicción y les sirven de referencia.

Además, tienen datos actualizados de cómo está cada persona, si sigue en consumo o si ha pasado a la fase de abstinencia, así como su situación laboral, económica o familiar. «Lo que hace AMAS es darle una continuación hasta el año o año y medio, con el objetivo de que ese cambio se haga progresivamente», apuntan. El programa de vivienda cuenta con capacidad para veinte personas.

Hoy en día, existen otros ámbitos en los que es fundamental formar a ex drogadictos o ex convictos para reinsertarlos. Entre ellos, está, por supuesto, la actividad física, pero también la formación en empleo, incluyendo el dominio de las nuevas tecnologías. En las próximas fechas van a organizar también un taller para conseguir que estén pendientes de la información de actualidad, algo que durante la fase de consumo deja de tener interés, porque frecuentemente lo han olvidado todo. «Todo lo que se queda en el cerebro es droga», señalan.

María Reyes señala que muchos de ellos no van a poder volver a trabajar, por incapacidad laboral, pero otros sí, y en esos casos hay que desempeñar un trabajo muy cercano: «Yo me encargo de gestionar cualquiera trámite que necesiten hacer, ayudarles a echar un currículum, a inscribirse en un curso, etc.», comenta la trabajadora social.

El estigma nunca acaba

El estigma nunca acabaEn el mundo laboral, la reinserción es especialmente complicada, porque las convenciones sociales son un auténtico muro de contención. «Una vez que una persona tiene el estigma social de ser un drogadicto, es una losa que te va a pesar toda tu vida. Se te cierran todas las puertas en el momento en el que dices que has sido drogadicto», comenta Damián Alcaraz.

Nadie tiene una receta mágica para que un toxicómano vuelva a llevar una vida normal, abandone las drogas y pase un largo período de abstinencia. Pero desde AMAS consideran que todo depende de tres factores: «comprensión, amor y espiritualidad». Los trabajadores sociales se convierten en una especie de referencia para los drogadictos. En el caso de Damián, su experiencia pasada le dota de cierto aura de admiración para sus pacientes. «Yo no me considero terapeuta, aunque lo sea, yo considero que es mucho más difícil salir de una adicción», señala el presidente de la asociación.

Aunque frecuentemente se relaciona la adicción a las drogas con las clases bajas de la sociedad, desde AMAS consideran que es un error, y apuntan que los problemas son más graves cuando se procede de un cierto poder adquisitivo, porque ello conlleva que el problema se esconda. «Cuando no tienes dinero para satisfacer las necesidades de drogarte es cuando tienes que empezar a delinquir, o a prostituirte, o a pedir en los aparcamientos, o en los hospitales, a fin de satisfacer tu necesidad. La necesidad es imperiosa y está por encima del instinto de supervivencia», señala Damián.