En la memoria de miles de cartageneros queda el recuerdo del Cine Central y sus sesiones de películas, pero menos conocida es la existencia previa de un mercado en el mismo lugar que ocupó el cinematógrafo. En febrero de 1881 Juan Spottorno y Bienert presentó una instancia en el Ayuntamiento de Cartagena para la construcción de un mercado en la plaza de la Merced. Concretamente en el solar que ocupó la iglesia del antiguo convento que dio nombre a la plaza y otro más pequeño y alargado anexo al anterior, al que se accedía por la plaza de Risueño, entonces llamada de los Caballos. Precisamente la fotografía que acompaña esta historia muestra el acceso al mercado a través de una puerta de arco rebajado por la última de las plazas mencionadas.

El encargado de realizar el proyecto fue el arquitecto municipal Carlos Mancha Escobar, algo lógico pues él también había diseñado la bella mansión que la familia Spottorno poseía en la calle del Cañón. El ladrillo visto fue el material utilizado para la fachada mientras que la cubierta de chapa de zinc ondulado según la prensa de la época era esbelta, barata, de poco peso y sin un solo clavo para su colocación.

En mayo de 1882 todo parece indicar que el final de las obras estaba próximo pues el diario "El Eco de Cartagena" publicaba un anuncio que decía así: «Hallándose próximas a su término las obras de dicho mercado y siendo necesario proceder inmediatamente a la división y distribución de las casetas, se ruega a los señores que tengan pedidos de las mismas, se presenten en el despacho de los señores Spottorno para señalarles la caseta o casetas que les corresponda». El proyecto original de Mancha incluía un total de sesenta y cinco casetas y dieciocho alfolíes o almacenes de grano y sal.

Un año después ya estaba funcionando y la caseta número 57 publicitaba la venta de pan de primera superior a 42 céntimos el kilo, panes denominados 'proyectil y catalán' al mismo precio y un pan llamado 'de regalo' a 44 céntimos el kilo. En 1885 la administración militar comenzó la venta de carne dentro del mercado y en materia de carne también era habitual que el inspector de Mercados de la ciudad decomisara algún que otro cabrito sacrificado clandestinamente. Tampoco estuvo exento de inconvenientes como el surgido con los olores en aquellas casetas que vendían despojos de reses, lo que obligó a que los servicios municipales de higiene y salubridad elaboraran en 1904 un informe sobre este asunto.

Pero el gran problema del mercado fue el incumplimiento por parte del Ayuntamiento de las condiciones que el propietario había acordado con el consistorio. Entre ellas se establecía que debían de prohibir la venta ambulante en varias calles del centro y que harían desaparecer las casetas de venta situadas en la plaza de Risueño.

Nada de ello se cumplió y en 1906 Spottorno solicitó la rescisión del contrato de concesión del mercado y la indemnización de perjuicios derivados de la inacción del Ayuntamiento, algo a lo que éste se negó. Pero el concesionario no se amedrentó e interpuso un recurso de alzada ante el Gobernador Civil que dictó una resolución revocando el acuerdo, declarando procedente la rescisión y obligando al Ayuntamiento a abonar los perjuicios correspondientes.

Si bien el Mercado de la Merced cerró sus puertas a mediados de la segunda década del siglo XX, para dar paso al Gran Salón Sport que luego sería el Cine Central, el contencioso entre los Spottorno y la Corporación se prolongó llegando al Tribunal Supremo, que en 1911 falló de nuevo a favor de los primeros. Sin embargo, por diferentes motivos, en 1930 todavía no habían cobrado la indemnización.