La arquitecta murciana Mónica Martínez, finalista de los premios nacionales del Instituto de la Mujer Desafío Mujer Rural con su proyecto de arquitectura funeraria Memoory, plantea una transformación estética de los cementerios de los espacios cerrados con muros de hoy a otros abiertos que inviten a ser visitados. Martínez considera la posibilidad de unificar la arquitectura emocional con la neuroarquitectura para convertirlos en espacios más amables y queridos.

Martínez pensó en trasladar a los cementerios el concepto de arquitectura emocional que ya se ha usado en edificios como ElEco, En México. Esta tendencia fue planteada por el psicólogo alemán Christoph Hölscher, que entiende que los espacios afectan a la mente y a cómo se comporta la gente en ellos. Pone como ejemplo que los enfermos se recuperan antes si los hospitales tienen vistas a un parque y que el ánimo de los ancianos en las residencias mejora con más luz.

Según la arquitecta murciana, quienes visitan los cementerios confiesan que no les gusta cómo están construidos y no se sienten en ellos a gusto emocionalmente, por lo que prefieren lugares más agradables y ecológicos.

A su juicio, factores como el color, la iluminación, el uso del agua y la naturaleza dotan de características especiales aquellos ambientes que agudizan ciertos sentidos en el ser humano.

Tras hablar de la dificultad de eliminar los muros de los cementerios, Mónica Martínez propone intervenir en ellos mejorando la sensación de opresión, por ejemplo, con medidas como introducir vegetación con jardines verticales hidropónicos. Plantea también reflectores con espejos o láminas de agua que acercan el cielo a la tierra, desdibujan los límites y suprimen la barrera perceptiva del cierre.

Martínez plantea introducir césped artificial, que no requiere mantenimiento y evoca la naturaleza de modo asequible. Existen también proyectos que plantean inscripciones en braille o iluminar los nichos al atardecer con epitafios digitales.

Esta arquitecta ya ha diseñado lápidas con materiales poco habituales en cementerios para rediseñar el final de las personas de una forma más humana, natural y vitalista.«Convertirnos en recuerdos bonitos nos ayuda a comenzar el proceso del duelo más aliviados y hace que nuestra visita al cementerio sea un momento más emotivo y especial. Se genera un vínculo más positivo con ese lugar recordando lo feliz de la vida», afirma.