Si de imágenes espectaculares hay que hablar, en las fiestas de Carthagineses y Romanos el día clave es el de la batalla. Ese enfrentamiento campal en el que los dos bandos, carthagineses y romanos, empuñan sus mejores armas, agarran fuerte sus escudos y comienzan a agitarse contra el enemigo en busca de la gloria. Sin embargo, solo uno puede quedar en pie. Ayer, como manda la historia, los romanos volvieron a alzarse con la victoria.

Este año, además, la historia jugó un papel aún más relevante que en ediciones anteriores. Y es que las nuevas gradas, con capacidad para más público, se instalaron en sentido perpendicular a la muralla. Así, los de Escipión llevaron a cabo su ofensiva desde el lugar en el que hasta 2017 se situaban las gradas, otorgando más veracidad al ataque según lo que marcan los estudios de la época. El fuego y los extras se intercalaron entre varios cientos de festeros que representaron la caída de Carthago y la entrada del general romano en la que habría de ser Carthago Nova.

Culminada la batalla, las legiones se dirigieron a la Plaza del Ayuntamiento para izar su bandera y proclamar su ley ante el pueblo.

Júbilo romano

Con la emoción del asalto todavía corriendo por sus venas, las legiones romanas encabezaron, con el Águila Romana al frente, un desfile que comenzó en el Palacio Consistorial y que recorrió las calles Mayor, Puertas de Murcia, Carmen, plaza de España y Alameda de San Antón ante los vítores del público. Desde por la tarde había terrazas con mesas y sillas reservadas para asegurarse las primeras filas al paso de los guerreros. La ruta culminó en la sede del campamento festero, donde ya cerca de la medianoche comenzó el Gran Feriae de la Victoria con animación, bailarines y diversos actos programados dentro de la calle romana.

Los carthagineses acabaron la noche con un acto funerario celta y varias degustaciones.