El pasado lunes se cumplieron 125 años de la inauguración de la nueva iglesia del Santo y Real Hospital de Caridad diseñada por el que fuera su Hermano Mayor, el ingeniero militar Tomás Tallerie, con la ayuda del arquitecto diocesano Justo Millán.

Un nuevo espacio donde los cartageneros seguirían rindiendo culto a la imagen de la Virgen de los Dolores, conocida en Cartagena como la Virgen de la Caridad, nuestra patrona.

Fue el 13 de febrero de 1890 cuando se colocó la primera piedra por el Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Cartagena Tomás Bryant y Livermoore. Durante los poco más de tres años que duró su construcción, la obra únicamente se interrumpió durante dos meses, y lo hizo voluntariamente, pudiendo decirse que ningún operario sufrió daño personal, lo cual es importante si tenemos en cuenta los medios de la época.

Hablando de los ejecutores, por su interés reproduzco una crónica de la época que decía así: «Es de notar que los artistas de todo género que han ejecutado estas obras son españoles o cartageneros, así como los materiales empleados en ella son producto igualmente de la industria local, con la sola excepción de las grandes vidrieras de colores de la cúpula que proceden de una acreditada fábrica de Barcelona».

El pintor Wssell de Guimbarda, cartagenero de adopción que no de nacimiento, y al escultor Francisco Requena, fueron dos de los artistas que dejaron su impronta en la decoración interior de la nueva iglesia. El primero de ellos recibió en su estudio unos meses antes de la inauguración la visita del señor Obispo, que además de ver los cuadros que estaba realizando le felicitó por su buen hacer.

Para los amantes de las curiosidades decir que el 6 de abril de 1891 se colocó la primera pieza de hierro de la cúpula, todavía en construcción en la imagen que ilustra la historia, y el coste total de la obra ascendió a 228.061,87 pesetas.

Y llegó el día señalado, ese 10 de septiembre de 1893 en el que el periódico local El Eco de Cartagena publicó un número extraordinario de veinticuatro páginas con varias ilustraciones y trabajos literarios de gran calidad. Era tal la multitud congregada en los alrededores que la procesión de traslado desde la iglesia antigua a la nueva, prevista para las cuatro de la tarde, no salió hasta las cinco.

Estaba presidida por el alcalde Estanislao Rolandi con la corporación, el capitán general y, delante de ellos, alrededor de la Virgen, la Junta de Gobierno del Hospital de Caridad.

Al frente de la misma figuraban ocho guardias municipales mandados por un cabo, seguidos por dos larguísimas filas de acompañantes alumbrando con luz de cirios.

Al final de la procesión venía el hermoso trono de la Virgen llevado por soldados del sexto batallón de Artillería, custodiado por soldados de marina y escoltado por un piquete de soldados del regimiento de Sevilla precedido de la música.

Ni que decir tiene que los balcones de los edificios de las calles del recorrido estaban adornados con vistosas colgaduras y el entusiasmo se desataba al paso de la Virgen y su larga comitiva.

Finalmente, a las ocho y media, entró la Virgen en la iglesia nueva, dentro de la cual tocó por última vez la orquesta del señor Manzano y cantó la capilla y coros dirigidos por el maestro Lafuente el Ave María Stella, obra de dicho director.

Siendo la tierra de la Caridad no faltaron gestos de bienhechores, como el de un señor que entregó 100 pesetas al Hospital de Caridad, a dividir entre las dos primeras personas de cada sexo que recibieron el alta ese día. Un día histórico para nuestra ciudad que hoy hemos querido recordar con esta historia.