Mi hermano hizo la mili en el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides, que tiene su base en Cartagena. Se sentía un privilegiado por la suerte del destino que le asignaron, que le permitió disfrutar de un magnífico viaje a la Antártida, del que contaba maravillas. Nunca lo olvidará. Sus recuerdos del país del hielo, entre pingüinos e icebergs, son imborrables y para él fue un lujo aquella aventura.

Sin embargo, no todo fue tan de color de rosa, porque no fue ni mucho menos un viaje de ocio y recreo. Recién destinados en el buque, convocaron a la dotación que protagonizaría aquella campaña antártica, junto con los investigadores. Preguntaron a los marineros por sus habilidades. «Yo sé hacer pan», dijo mi hermano, que había trabajado durante algunos años en una de las mejores panaderías del centro de Cartagena. De inmediato, se convirtió en el panadero del barco, lo que le obligaba a compaginar sus guardias reglamentarias con la elaboración del pan a diario en los hornos de la nave para toda la tripulación. Trabajaba de noche y dormía de día, como hacen todos los días tantos y tantos panaderos en nuestro país, en el mundo. Los esfuerzos, los sacrificios, las noches en vela frente al horno no desmerecieron para nada aquella genial y exclusiva singladura.

La experiencia de mi hermano la compartí hace ya algunos años con el artista Joaquín Vallés, nuestro gran panadero del diseño y la maquetación y, desde entonces, me gusta comparar la labor de los periodistas con la de los artesanos del trigo. Probablemente, hacer pan sea bastante más duro y sacrificado, pero quienes han sido y siempre serán un trocito de historia de los treinta años de La Opinión saben perfectamente lo que ha costado llegar a esa treintena.

La espectacular gala para celebrar este cumpleaños en el lujoso escenario del Aeropuerto Internacional de la Región de Murcia, situado en Corvera, fue el culmen a un gran trabajo de preparación, que se reflejaba en el rostro de tanta satisfacción como agotamiento que mostraba el director del diario, José Alberto Pardo, cuando el evento tocaba a su fin. Del millar de personas que acudieron a la invitación, ya solo quedaban unas decenas de compañeros y excompañeros de la empresa y ese fue el mejor rato. Todos ellos, los que estaban y los ausentes, los que seguimos por aquí y los que nos miran desde arriba, los que llevan toda la vida, los que han cambiado de rumbo y los últimos en llegar somos partícipes del aniversario de nuestro periódico y nos sentimos felices, orgullosos y muy emocionados de poder celebrarlo, así como de poder compartirlo con todos los representantes de la sociedad de la Región de Murcia.

Esa alegría y felicidad no oculta, sin embargo, que el camino no ha sido ni mucho menos cuesta abajo. Sacar un periódico con la calidad, la profesionalidad y con la honestidad (como dijo su director en la gala) con la que lo ha hecho a diario LA OPINIÓN supone tanto esfuerzo como superar un puerto de montaña de categoría especial. Ha habido caídas, tropiezos, rivalidades, abandonos, fugas y escapadas, cambios de equipo, salidas y llegadas, avituallamientos, muchos, pero que muchos sprints y, sobre todo, entrega total y absoluta para darlo todo y seguir pedaleando incluso cuando sentías que ya no podías más. Y hubiera sido imposible completar una etapa tras otras sin un equipo que hubiera tirado hacia delante, superando tantos y tantos obstáculos y ruedas pinchadas que se han presentado en el camino.

Todos sabemos lo dura que puede llegar a ser nuestra profesión, lo que hemos llorado al ver cómo nos dejaban algunos compañeros, los sinsabores que supone contar lo que sucede con valentía. Pero también sabemos lo que nos hemos reído, lo que hemos disfrutado al vivir experiencias que solo nos permite vivir esta profesión y la satisfacción de un trabajo bien hecho, cuyo fruto se aprecia todos los días, para bien y para mal. Todos sabemos que ser periodista es una vocación de locos, pero también un lujo y una especie de droga que te engancha para siempre.

Solo deseo que el equipo siga renovando año tras año, superando las rampas de porcentajes que parecen imposibles y esperando que al final del puerto, en la cima, llegue el descenso, en el que, por supuesto, hay que seguir pedaleando. Solo deseo que sigáis poniendo todo vuestro empeño y dedicación para seguir haciendo una información tan exquisita y necesaria como el pan que saca del horno todos los días el panadero que trabaja la masa con mimo, porque sabe que miles de personas saborearán el fruto de su esfuerzo. Sólo deseo que sigáis escribiendo nuestra vida, vuestra vida, para siempre.

Lo mejor de la gala del jueves fue veros y abrazaros. Y recordar tantos buenos y no tan buenos momentos. Como dijo nuestro editor, ha merecido la pena. ¡Muchas felicidades! A seguir volando. Gracias, panaderos. Nunca os olvidaré. ¡Vosotros sí que sois noticia! La actualidad puede esperar. ¿O no?