La historia de hoy no es una historia cualquiera, es una de las muchas que me fueron transmitidas por mi padre, un cartagenero de pro, procesionista y marrajo dotado de una memoria enciclopédica, que desde el pasado martes me guía desde el Cielo para seguir asomándome a esta sección de la que tan orgulloso estaba.

Y es que ´el Pichi´ al igual que otros personajes típicos de nuestra ciudad en una época concreta, como ´la Charito´ o ´el Gitanillo´ con su eterna alternativa, pasó a la historia no de grandes páginas pero sí de recuerdo para muchos cartageneros. Nuestro protagonista se llamaba Eugenio Cánovas Zapata, en un principio vivió en Canteras con su hermana Dolores, otro personaje singular conocida como ´Lola la Tonta´, pues andaba a pata coja y dando vueltas sobre sí misma.

En 1926 solicitó su ingreso en la Escuela de Aprendices de Marineros Especialistas, cosa que evidentemente no realizó al final, y no es de extrañar, pues pasaba mucho tiempo curándose de heridas sospechosas como le ocurrió en 1928. Ese año se presentó en el Hospital de Caridad con aspecto de haber sido vapuleado diciendo que las heridas se las había producido una mujer. Un suceso que la prensa local lo tomó a coña, como refleja este comentario: «¡Por una mujer!, por más vueltas que hemos dado no hemos podido adquirir los motivos que haya tenido esa cariñosa mujer, para ponerle el cuerpo hecho un Ecce Homo a Eugenio».

Hacía de todo un poco, por ejemplo de hombre-anuncio. Que daban El hombre invisible en el cine, entonces él salía lleno de vendas, que era como se veía a este hombre invisible en la película. Constituía la gran atracción para los niños a los que tras tocarles la nariz cariñosamente les daba un cachete en la frente.

Otra de las cosas que hacía era vender lotería en la zona de la Puerta de Murcia y, curiosamente, en septiembre del año 1941 tocó el Gordo de la lotería en Cartagena, y él fue quien vendió varios décimos siendo agraciados entre otros Juan Fernández Davia, propietario de la tienda de tejidos El Metro, situada en la esquina de la Calle Honda con Puerta de Murcia, y el conocido médico-odontólogo D. Diego Martínez-Barahona.

Y así llegamos al mes de marzo de 1949, momento en el que nuestro protagonista decidió lanzarse desde las alturas por la calle Gisbert, tal y como reflejó la prensa con todo detalle. El cuerpo cayó en posición sentado en una parte del desmonte que representa una altura de ocho metros y le fueron encontrados 512 pesetas en billetes, 18 pesetas en calderilla y 8 décimos de lotería del nº 50560 de la serie 1ª fracciones del 1 al 8 que le fue hecho entrega al señor juez.

Inmediatamente fue llevado a la Casa de Socorro, en donde fue asistido de fuertes contusiones con probable factura de la columna vertebral y conmoción cerebral, pasando en una ambulancia de la Cruz Roja al Hospital de Caridad en estado grave.

Desgraciadamente, a los pocos días ´el Pichi´ falleció y, cómo no, la prensa otra vez le despidió siendo Mario Alcor, cuyo verdadero nombre era el del gran poeta y literato cartagenero Esteban Satorres, el que le dedicó estos párrafos de tipo tragicómico que decían así: «´El Pichi´ ha muerto, lector, era un tipo popular voluminoso y payaso que recorría la ciudad ofreciendo lotería, periódicos y otras más cosas, ¡ay! porque la vida es muy dura de pelar. Por no sabemos qué causa se quiso un día suicidar- y aunque sentado cayó (la postura no está mal) - sin duda de sus resultas ha muerto en el hospital. Dios en su seno lo acoja, lo pide nuestra piedad que no señala fronteras de clases un alma más que cansada de estar presa deja su cárcel carnal».