La política es como una partida de póker donde cada grupo debe saber jugar sus cartas, si quiere sacar adelante sus cuentas». Este llamativo inicio de la crónica que Salvador González escribió sobre el pleno extraordinario en el que se aprobaron los presupuestos del ayuntamiento de Cartagena para el presente ejercicio no pudo estar más acertado, aunque tengo que reprocharle que no nos desvelara quién va de farol, quién se guarda un as en la manga, quién es un amarrategui o, parafraseando a Rajoy, quién es un aprovechategui. ¿Se imaginan a los líderes de los cuatro grupos municipales que dieron el visto bueno a las cuentas para 2018 sentados en una mesa, frente a frente, con las cartas en la mano y mirándose a la cara, tratando de vislumbrar cualquier gesto que les dé una pista sobre el juego del contrario? Pues imaginemos.

La mano sería la alcaldesa, Ana Belén Castejón (PSOE). A ella correspondía repartir los naipes y se presentó al pleno en plan kamikaze, jugándoselo todo a una carta. Acudir con el apoyo de sus seis superconcejales, más los tres que le prestaba Ciudadanos, era una apuesta más que arriesgada, ya que necesitaba al menos 14 votos a favor para obtener la mayoría en una Corporación de 27 miembros y miembras (no he podido resistirme). Aún así, bien por hartazgo, bien por convicción de que saldría bien, decidió poner sus cartas sobre la mesa y dirigir la jugada desde su sillón de presidenta.

La primera sorpresa la dio José López (Movimiento Ciudadano), porque no solo aceptó sentarse a la mesa para jugar la partida, sino que su grupo vio la apuesta planteada por Castejón y la subió con la presentación de todas sus enmiendas en el centro del tablero. Quienes esperaban un juego tenso, abrupto y subido de tono, como nos tienen acostumbrados nuestros ediles, se marcharon defraudados. Porque no es que fuera todo color de rosa, pero la pareja de Gobierno que formaron López y la líder socialista durante el bienio de MC en la alcaldía olvidó sus viejas rencillas, superó su divorcio político y sacó de la mano los presupuestos municipales adelante. Otra vez ´in extremis´, como en los viejos tiempos, aquellos en los que les bastó la palabra de ambos y su firma en una servilleta para afianzar un mandato en el que les unía más su odio a los veinte años de poder del PP, que su poca, por no decir inexistente, atracción política. ¿Quién hubiera dicho que apenas unas horas antes de acordar el destino de los casi doscientos millones de euros del presupuesto de una ciudad como nuestra querida Cartagena ni siquiera eran capaces de ponerse de acuerdo sobre dónde sentarse a negociarlo? ¿No me digan que no les enternece?

Ambos culminaron la mano con aires victoriosos. Bastaba con comprobar cómo se le dibujaba una leve sonrisa de satisfacción en el rostro para saber qué Castejón daba al menos por no perdida la contienda, mientras que López fue un paso más allá y MC se anotó el triunfo, con la aceptación (bajada total de pantalones, según el PP) por parte del Ejecutivo socialista de todas las enmiendas que presentó a los números elaborados por Castejón. Los cartageneristas han llegado a sentenciar que los presupuestos que se han aprobado son los de MC. Y la verdad es que si no tienen razón, poco les faltará, porque son hasta 27 las variaciones que introdujeron.

La silla del PP la ocupó Espejo, a quien, una vez repartidos los premios de candidato a la alcaldía para 2019 y de presidente de la Autoridad Portuaria, su partido nunca agradecerá lo suficiente la labor de portavoz en el desierto que está haciendo en el grupo municipal. ¿O sí? La impotencia de los populares en el juego se plasmó en el rechazo del resto de los grupos a su enmienda a la totalidad de los presupuestos, pero también a que, pese a ser el grupo mayoritario, solo consiguió introducir cuatro de sus enmiendas a los números presentados por Castejón, quien le agradeció su respaldo para desbloquear el superávit del ejercicio anterior votando en contra de todas las propuestas del PP para las cuentas municipales. A Espejo le pilló desprevenido la alianza repentina de quienes consideraba acérrimos enemigos, pero no quiso quedarse fuera de juego y se sumó a los partidarios de que Cartagena tenga unos presupuestos que le permitan crecer.

Manuel Padín, de Ciudadanos, jugaba con las cartas levantadas y el ya anunciado apoyo de sus tres peones a las cuentas de Castejón. Le bastaba con no hacer nada extraño para no perder. Solo el tiempo dirá si esa estrategia de aparente sensatez será tan efectiva y ganadora como apuntan las encuestas, aunque esos sondeos no hayan bajado aún al tablero local.

Felicitaría a los cuatro, si no fuera porque la sensación que queda es que todos van de farol, porque al echarle un vistazo a los proyectos que se incluyen en las cuentas de este 2018, compruebas que buena parte de ellos se han convertido en reivindicaciones eternas y cuesta creerse que, en los apenas siete meses que nos quedan de año, se vaya a hacer mucho de lo aprobado. Ahí van unos ejemplos: construcción de consultorio en Santa Ana, reforma de la plaza del Lago, de la plaza de Alicante y de la Alameda, actuaciones en el Anfiteatro Romano, creación de un aparcamiento disuasorio junto al hospital de Santa Lucía, adecuación de la parcela del colegio de La Aljorra, arreglo de la fachada de Santa María de Gracia. ¿Alguno de estos proyectos les suena a nuevo? Bastaría con que se acometieran algunos de ellos para que nos diéramos con un canto en los dientes.

Lo que sí hay que reconocerle a los cuatro es el esfuerzo que hicieron por conseguir un consenso histórico, ya que los de 2018 son los presupuestos que más concejales han aprobado nunca, aunque se hayan hecho de rogar y hayan tardado cinco meses. ¿Quién lo hubiera dicho hace unas semanas, cuando se decían de todo menos bonico? ¿O apenas unas horas antes del pleno? Nos han demostrado que pese a las tiranteces, los agravios, las tensiones y los malos modos, en Cartagena sí se puede, con el permiso de la filial local de Podemos, la única que se borró de la partida de póker. Ellos son más de mus y de lanzar órdagos a la grande.