La historia de hoy tiene dos protagonistas, una que como ahora veremos forma parte de la leyenda y otra que existió realmente, pero las dos con un mismo nombre, Amalia, y un lugar en común, la Algameca chica.

Para saber algo de la primera recurrimos al que fuera cronista oficial de la ciudad, Federico Casal, quien en 1911 publicó su libro Leyendas, tradiciones y hechos históricos de Cartagena que se imprimió en la imprenta de Horacio Escarabajal que estaba en la calle de la Serreta. Un libro cuya dedicatoria decía: «A la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Cartagena dedica este modesto trabajo su amantísimo hijo Federico Casal».

Entre las diferentes e interesantes historias que incluía el libro figuraba la titulada La Amalia, y en ella el autor nos contaba el origen de un dicho bastante común en Cartagena en aquella época que decía: «Eso se lo cuentas a la Amalia». Este dicho se utilizaba en nuestra ciudad cuando una persona le contaba algo a otra y esta no le creía o dudaba sobre ello, entonces le respondía diciéndole «eso se lo cuentas a la Amalia».

La tal Amalia era una pitonisa con fama de bruja que, según decía Casal, «habitaba en una casita cuadrada, blanca como una gaviota y levantada a unos cuantos pasos de unos profundos rehundidos que hoy llevan su nombre». Esos profundos rehundidos hacen referencia al lugar conocido por los cartageneros como ´Arco de la Amalia´, una formación rocosa de difícil acceso en la costa desde donde era habitual que los pescadores lanzaran sus cañas, y donde ella se sentaba a contemplar el mar; de ahí que también se le denominara como ´Banco de la Amalia´.

Siguiendo con la Amalia, a su casa acudían todas aquellas personas que tenían problemas de amores, alguna enfermedad o querían saber lo que les deparaba el destino. Un buen día se presentó en su casa un marino mercante inglés para hacer una consulta y a ese día siguieron otros hasta que finalmente se embarcó de nuevo hacia Inglaterra. Pero para sorpresa de todos, no habían transcurrido dos meses cuando el marino volvió y al parecer le pidió matrimonio a nuestra protagonista y ella debió de decir que sí, pues la noticia de su enlace corrió por toda Cartagena.

Ya marido y mujer, siempre siguiendo a Casal, partieron hacia territorio británico y nunca más se supo de ellos, dejando el recuerdo, la leyenda y el dicho popular.

La otra Amalia, la real, se llamaba Amalia Pérez Pérez, vivía en el barrio de Los Dolores y tenía once años cuando un día del verano de 1930 fue a jugar a un desmonte en la Algameca chica. En un momento determinado, la pequeña Amalia cayó al suelo desde una gran altura sufriendo diferentes heridas y una conmoción cerebral que obligó a su hospitalización en el Hospital de Caridad.

No sé si el lector a raíz de lo narrado pensará que las casualidades existen, pero llamarse Amalia e ir a caerse en la Algameca chica seguro que hizo que más de uno al leer la noticia hace más de ochenta años imaginara primero que la vieja pitonisa se había reencarnado, y seguidamente que aquella leyenda del viejo cronista tenía algo de realidad.