La creación de cada una de mis obras esotéricas me crea un problema muy complejo. Primero, recibo la inspiración, después hay un periodo de estudio. En su realización debo respetar el contenido de la obra principalmente, y después la necesidad cromática y compositiva. Ellas son un mensaje que se dirige tanto al iniciado como al profano. El iniciado comprende y siente la obra, leyendo su contenido y formas como si fuera un libro, en ellas encuentra la frecuencia de vibraciones cósmicas y simbólicas y la composición personal de la obra de arte-sacro. Para el profano, hay que presentarle un trabajo armónico, equilibrado y artístico, que le haga sentir el mensaje. Una visita a la exposición de obras esotéricas, puede proporcionarle un buen análisis y comprensión de su propia religión y quizá un respeto mayor por sus semejantes, seguidores de otras religiones.

«Los símbolos tienen un lenguaje universal». Son palabras de Nicomedes Gómez. No debiera necesitar este genio en Cartagena ninguna presentación, sólo diré que regresó a su ciudad natal después del exilio y decidió pasar en ella los últimos días de su vida.

La otra mañana me llegaba la alerta por uno de mis lectores: el cuadro La Unidad perteneciente a la serie esotérica y mística de su obra, está en venta en una de esas plataformas de arte en internet. Si usted puede permitírselo, lo podrá disfrutar en el salón de su casa por sólo 525.000 euros. Hasta aquí nada raro ni reseñable. (1) El Arca Divina, (2) Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, (3) El Triunfo del Cordero, (4) El Teclado Cósmico, (5) La Era de Piscis, (6) La Gestación de Acuario, (7) El Templo del Hombre, (8) Paz en la Tierra, (9) Gestación del Hombre de Acuario, (10) Vida-Luz-Amor, (11) ¿Divinidad?, (12) La Escalera del Cielo, son los títulos de las 12 obras de esa misma colección que el autor quiso donar al pueblo de Cartagena. La tabla del 12 es de fácil aritmética: más de 6 millones de euros apilados en algún lugar.

No me he interesado en saber dónde el Consistorio, legatario del pueblo de Cartagena que es el propietario de estas obras, las guarda y conserva, lo que sí sabemos es que no están expuestas. En 2001 se dejaron ver en nuestra ciudad en un acto organizado por varias instituciones afines al insigne pintor y por nuestro Ayuntamiento. Desde entonces, ni idea. Con ese precio por obra, si yo fuera familiar de Nicomedes Gómez estaría muy enfadado, no sólo porque podría tener 6 millones de euros en caja dando unas vueltas por Wallapop, sino porque -y esto es lo más importante- podría elegir no tenerlos y exponer las obras sin más permiso de nadie, porque son mías, como hacen esos potentados en plan baronesa Thyssen. Incluso podría haber montado mi propio museo en Cartagena con su obra y su vida y cobrar entrada. Pero no, el autor no quería subastas para esa parte de su obra, y no sólo nos dejó esa colección sino que añadió toda la obra de El Quijote que también legó a los cartageneros, para que puedan ir sumando cifra. Seguramente, habiendo sido reconocido en el exilio en Europa como uno de los más importantes artistas del siglo pasado, ellos, que sí que saben lo que no tienen, se partirían la caja por conseguir esos cuadros, pero él quiso devolverle a su tierra, a su país de origen y a Cartagena, lo que de ellos nunca recibió y a cambio de exilio y persecución nos regaló su obra, y nosotros dando tumbos con ella por algún rincón, como los regalos del amigo invisible que nunca sabemos bien dónde ponerlos y cada año están más cerca de la puerta. A una persona inteligente como Ana Belén Castejón no se le puede pasar esta oportunidad, esta obligación de hacer justicia. Cómo deseo que alguien me rectifique, estar completamente equivocado, que esas obras estuvieran visibles en alguna parte y tener que desdecirme de todo lo dicho.