Mi exjefe compartía esta semana en las redes sociales un artículo de El País que nos plantea la siguiente pregunta: «¿Qué haremos con el tiempo libre que nos dejarán los robots?» Se permitía destacar un extracto del mismo que reproduzco: «Preparar a las personas para ser cultos, aprender a observar el mundo, discernir lo que sucede tras lo que es contado, alejar el trabajo como única realización personal, bajarle los humos al éxito profesional como indicador de felicidad... Un indicador que, probablemente, dejaría más en pañales que al resto a aquellos saturados de títulos, cargos y honores laborales».

El artículo recoge múltiples opiniones de expertos sobre la automatización del trabajo con la inclusión de los androides para derivar hacia lo más valioso que tenemos, el tiempo, y cómo lo gestionamos y lo gestionaríamos si dispusiéramos de él con mayor libertad. En definitiva, nos conduce a una reflexión sobre el valor que le damos a las cosas, sobre cuáles son nuestras prioridades y sobre qué es lo que realmente merece la pena.

La respuesta la he encontrado en un auténtico maestro de la vida con el que disfruté del lujo de compartir algunos de sus días de gloria. Hablo de Juan Carrion. Su muerte esta semana, a los 93 años, ha conmocionado a toda Cartagena, porque este humilde profesor de inglés era una de esas personas que conforman el gran patrimonio humano que otorga el auténtico valor a nuestra ciudad, por encima del más importante de los muchos tesoros materiales que nos ha regalado la historia.

La vida de Juan Carrión ha sido de película. Y no es una frase hecha. El director de cine David Trueba se inspiró en ella para rodar Vivir es fácil con los ojos cerrados. La cinta cuenta las peripecias de un maestro de inglés durante su viaje para intentar hablar con el grupo The Beatles y pedirles que incluyeran en sus discos las letras de sus canciones. Ese maestro era el joven Juan Carrión, que logró un breve encuentro con John Lennon. El profesor le explicó al músico que enseñaba inglés a sus alumnos con sus temas, pero que, en ocasiones, la letra cantada no se entendía bien y le fastidiaba no poder completar la traducción de algunos singles, por lo que le sugirió que los discos que editaran a partir de entonces incluyeran las letras impresas de las canciones. Esos pocos minutos fueron suficientes para que el líder de The Beatles se dejara conquistar por la pasión de ese profesor. El siguiente disco del grupo cumplía con los deseos del maestro. Y los demás grupos y artistas se sumaban a esta iniciativa pionera.

El filme triunfó en la gala del cine español de 2014. Se llevó seis Goyas, incluidos los de mejor película, mejor director y mejor actor. Trueba le regaló una de las estatuillas a Juan Carrión que, a su vez, se lo cedió a la Universidad Politécnica de Cartagena, donde dará testimonio para siempre de su generosidad y su sabiduría.

Porque apenas unos instantes con él eran suficientes para percatarse de que era un auténtico sabio. Juan Carrión nos regaló una charla con los lectores de la web de LA OPINIÓN en febrero de 2014. Tenía entonces 89 años, pero más entusiasmo e ilusión que muchos jóvenes. Es en ese chat donde he encontrado la respuesta que este maestro nos ofrece para la pregunta del artículo citado al principio. «Los mayores siempre estamos dando consejos. Y yo lo hago con frecuencia. No sé si son acertados o no, pero creo que, en general, lo importante para una persona es la honradez, el trabajo y la honestidad en todos los aspectos de la vida. Lo demás hay que dejarlo a la suerte y aceptar de antemano que en la vida una parte es el éxito y otra el fracaso. Hay que estar preparado para aceptar los dos. Y la familia y los amigos son una parte muy importante en esa lucha diaria. Hay que ser fiel a la familia y leal con los amigos. Eso es fundamental. Podríamos continuar, pero creo que esto es bastante». Esta fue su respuesta cuando un lector le pidió un consejo para los jóvenes de hoy.

Y es que los robots podrán suplantarnos en mil y un puestos y labores, pero los maestros de una vida tan intensa y larga como la de Juan Carrión nos enseñan que para las cosas importantes somos irremplazables. Y que ningún androide será capaz de cerrar los ojos y vivir la vida, que no es nada fácil, con la misma pasión que la ha vivido este maestro, nacido en Madrid y adoptado por Cartagena para la eternidad. Let it be.