La Torre del Negro, llamada inicialmente de Arraez, quizá por el legendario corsario Morato Arraez -pirata que más veces asoló la costa de la Región- y que acabó recibiendo su nombre por un esclavo liberado de galeras que trabajó allí, ya no vive sus mejores días. Y es que, la construcción, que data de tiempos de Felipe II (1585) está incluida en la Lista Roja del Patrimonio, una referencia que cataloga el estado de edificaciones históricas de todas las ciudades y pueblos del país.

«Se mantiene en pie gracias a su estructura inclinada, de tronco de cono, aunque las edificaciones anexas y los complementos de la torre están derruidos», recoge el informe emitido por la Asociación Hispania Nostra, que cuenta con la colaboración de la asociación cartagenera por la defensa del patrimonio Daphne.

El informe recalca que «se ha demandado al Ayuntamiento en reiteradas ocasiones que se proceda a la restauración de la torre, dando a conocer también a la Consejería de Cultura la gravísima situación que sufre la construcción por deterioro». De hecho, ambas asociaciones alertan de que «el deterioro progresivo del Bien de Interés Cultural (BIC), por el estado de ruina y por la falta de mantenimiento, provoca que se encuentra en una situación de verdadero riesgo».

Asimismo, el colectivo que impulsa la Lista Roja recuerda que en enero de 2006 se presentó una moción en el Ayuntamiento, por parte del concejal de Movimiento Ciudadano, por aquel entonces Luis Carlos García Conesa, en la que se reclamaba la restauración de la torre, que es de titularidad privada.

En la iniciativa, el edil ya describía el mal estado en que se encontraba la construcción y la necesidad de llevar a cabo trabajos exhaustivos, aunque la moción fue rechazada por el pleno con mayoría absoluta del Partido Popular.

Tanto desde Hispana Nostra como desde Daphne coinciden en que la historia de la torre obliga a trabajar en ella para no llegar al punto de perderla. De hecho, se trata de una torre vigía de tiempos de Felipe II que obedece a un proyecto de Juan Bautista Antonelli, ingeniero militar del monarca, y Vespasiano Gonzaga, que diseñaron un sistema basado en torres costeras que permitieran alertar de la llegada de naves enemigas y defenderse de sus ataques.

El rey, junto a los dos ingenieros que le seguían, pretendía levantar una auténtica muralla costera desde Perpiñán, en el sur de Francia, hasta Cádiz. De hecho, entre los siglos XVI y XVII, dentro de este ambicioso plan, se levantaron un total de doce torres vigías en el Reino de Murcia, que además se convirtieron en instrumentos vitales para la repoblación de estas zonas, dadas las continuas incursiones de los corsarios de Berbería para capturar cristianos para cambiarlos por dinero o esclavos.