Si no fuera por algunos cartageneros, esta sería la mejor ciudad del mundo, me decían el otro día unos amigos que vinieron de fuera a pasar unos días. Cuando digo de fuera no me refiero a Lorca, Caravaca o Murcia, no, de fuera del todo, de Madrid y esos sitios.

Me contaban que la encontraron sucia, rara, pero no de basura o de papeleras volcadas, sino de otra cosa, lo explicaban como intentando no pisar líneas rojas, con miedo a no saber hasta dónde decir o qué podía pensar un nacido, criado y residente en Cartagena como yo. Decían que de camino a La Manga se encontraron muchas pintadas en señales de tráfico, en puentes o vallas, de esas de CT Provincia, o p*** Murcia, o Murcia nos roba, por citar sólo las suaves, que también las habían visto en circunvalaciones de Cartagena o por otros accesos.

El caso es que la conversación fue avanzando y cambiaban impresiones entre ellos: que ciertamente no estaba más sucia que hace un año, que si era por las pintadas ya estaban ahí hacía tiempo, que es verdad que había algunas más pero que empezaban a mimetizarse con el paisaje.

Repasaron el asunto del Mar Menor y coincidían en que tenía mejor pinta, aunque estuvieron seguros que en poco tiempo volverá a estar todo igual, que al pasar por las zonas de cultivo seguía apestando a azufres y a fosfatos, como en los últimos años y que realmente no se atajaba el problema de raíz, que eran parches, uno de ellos que es biólogo, insistía en que esto no pasa en otras zonas de España, que en la Región de Murcia los controles sobre la agricultura son de mirar para otro lado.

Siguieron hablando de cruceros, que había dos enormes en el puerto, que cuánta gente y que eso de que todo esté abierto en domingo es una maravilla pero volvieron a la carga con el asunto del separatismo, las pintadas, la provincia y los videos de Youtube, hasta dijeron que habían visto por los medios que el alcalde no quiso recibir a una reina de las fiestas de Murcia y que tuvo que hacerlo la vicealcaldesa, que es del PSOE, o que votaron juntos PP y Podemos para quitar una bandera de esas de provincia y concluyeron entonces que es normal que esté todo lleno de pintadas, que para eso son cantonalistas.

No me quedó otra y salí al paso: que sólo hace falta alguien con una mano y una brocha para llenarlo todo de pintadas y que eso no era el pueblo de Cartagena, que no somos gamberros ni maleducados, que sabemos mantener las formas, les llegue a decir incluso, que no somos ni siquiera separatistas -menudo atrevimiento- que el número de votos al partido que propugna la provincia de Cartagena y que actualmente gobierna, era de 14.500 sobre un total de 85.000, y que un 18% no es ninguna mayoría ni por eso se puede etiquetar a un pueblo, que los del PP, los del PSOE, los de Ciudadanos o los de Podemos, no llevan la provincia en sus programas y también son cartageneros y aunque algún cantonalista habrá, parece que está claro cuál es el sentir mayoritario y que no siempre tiene más razón quien más grita o quien más ensucia.

Les expliqué que esto era un acuerdo de gobierno y que en unos meses tomaría el bastón de mando Ana Belén Castejón, socialista, con más votos y más concejales que el MC, persona centrada y que había demostrado gran tolerancia y un enorme sentido común estos dos años. Concluyeron por sí mismos: la próxima vez que vengamos estará todo limpio.