El 25 de julio de 1902 no fue un día cualquiera en el populoso barrio de los Molinos, nombre con el que seguía siendo conocido a pesar de haber cambiado su denominación en 1889 en honor al inventor Isaac Peral. Y no lo fue porque ese día se inauguró el apeadero que evitaría que los vecinos del barrio tuvieran que desplazarse a la estación de Cartagena para coger el tren. Pero para llegar a ese día hubo que superar dificultades como la cesión de los terrenos sobre los que iría situado, gesto que vino de la mano del rico propietario minero y cartagenero de adopción Luis Canthal Cleve, motivo por el cual la plaza donde se encuentra lleva su nombre.

Aunque la aprobación de su construcción por parte de la compañía ferroviaria tuvo lugar el 8 de agosto de 1900, no fue hasta octubre de 1901 cuando comenzaron las obras. Unas obras que fueron dirigidas por el ingeniero José Moreno y que sufrieron algunos retrasos que se achacaron a la labra de la piedra poligonal que componían sus paredes. Bien pudo ser ésta la causa de que el presupuesto original de cinco mil pesetas previsto originalmente se triplicara conforme avanzaban los trabajos. Dos meses antes de su inauguración todavía se afanaban los obreros en la mencionada labra y se colocaban las vigas del techo. La prensa local decía de él que iba a ser uno de los mejores apeaderos de España, que el zócalo era de magnifica sillería, las paredes de mampostería concertada y los ángulos, jambas, dinteles, cornisas y balaustrada de ladrillo descubierto.

La expectación crecía conforme se acercaba el día esperado y surgían ideas para celebrar tan importante momento en la historia del barrio, se hablaba de verbenas, de arcos de triunfo y hasta de una manifestación de agradecimiento, y es que no era para menos. La víspera de la inauguración se celebró efectivamente una artística verbena en la plaza de Canthal, decorada con farolillos y se dispararon fuegos artificiales.

Y por fin llegó el día de Santiago patrón de España que era cuando comenzaba la Feria de Verano dispuesta en el muelle de Alfonso XII.

Precisamente desde dicho muelle salió a las cinco y media de la tarde con destino a los Molinos el tren compuesto por una locomotora, un furgón y cuatro coches de primera clase ocupados por el alcalde Ángel Bruna, miembros de la corporación municipal y distinguidas personalidades de la ciudad. Los pasajeros poco antes de llegar al apeadero, que estaba engalanado con banderas, pudieron ver un gran arco de follaje que formaba parte de la decoración realizada por los vecinos.

No faltó tampoco la música con la interpretación de la marcha real por la banda del señor Aliaga cuando el tren se detuvo frente al apeadero. Una vez inaugurado se desplazaron al Casino Industrial donde fueron agasajados por los miles de vecinos allí reunidos con refrescos, pastas, vino y helados. Después de dar una vuelta por el barrio la comitiva volvió al apeadero y a las ocho y media de la tarde cogieron el tren de vuelta hacia Cartagena. Como bien decía un periodista de la época fue un día de regocijo y de satisfacción, pues los vecinos se evitaban las molestias de tener que venir a tomar el tren, molestias que era necesario experimentarlas para comprenderlas.