Ha pasado demasiado tiempo desde que el alcalde Isidro Pérez San José partiese hacia el exilio. Por eso, 85 años después de su nombramiento como máximo regidor, un grupo de familiares, historiadores y militantes de los partidos socialistas de París y Cartagena se disponen a recuperar la memoria de un hombre hecho a sí mismo. Hijo de una modesta familia, estudió medicina en Barcelona y se alineó con las políticas reformistas impulsadas en la ciudad por los también doctores Manuel Mas Gilabert, Luis Calandre, Antonio Ros y Casimiro Bonmatí. Con la proclamación de la República, estos intelectuales se integraron en la política y las reformas impulsadas por el nuevo régimen de una forma ciertamente activa.

Elegido concejal en 1931, Isidro Pérez compatibilizó su labor de médico con las tareas municipales. Integrado en el equipo de gobierno, formó parte de sucesivas comisiones económicas orientadas a la lucha contra el desempleo provocado por la crisis de 1929, que golpeó duramente a tres sectores estratégicos de la economía comarcal: la minería, la construcción naval y las exportaciones.

En 1932 fue nombrado alcalde de Cartagena, siendo lo más relevante de su mandato la organización de los actos de conmemoración del primer aniversario de la proclamación de la República, que fueron celebrados en abril y contaron con la presencia de Niceto Alcalá Zamora, Indalecio Prieto y Marcelino Domingo. El paso por la ciudad de este último supuso el impulso definitivo a la gran obra cultural y educativa de Carmen Conde y Antonio Oliver, la Universidad Popular, que se puso en marcha durante su mandato.

Los otros retos de su tarea política fueron el inicio de la construcción del canal del Taibilla (como presidente de la Comisión Pro Aguas), la culminación del proyecto de las Casas Baratas y la articulación de una mayoría republicana estable a nivel municipal. En 1936, Pérez San José, alejado un tanto de la vida política local, era un hombre feliz, comprometido con su amplia familia y las cosas de Cartagena. Pero llegó la guerra y decidió enrolarse en el llamado Socorro Rojo, donde sirvió como médico en Valencia y Cartagena hasta la primavera de 1939. Finalizada la contienda embarcó como tantos otros rumbo a Bizerta, lugar donde pasó múltiples calamidades hasta que pudo instalarse como médico en Túnez.

Pasó el tiempo y dos de sus hijos, Isidro y Bernard, se fueron a vivir a París, lugar donde desarrollaron brillantes carreras de servicio público y lucharon desde su condición de españoles y socialistas por mantener viva la memoria de su padre con homenajes públicos y un riguroso estudio de su vida y su legado político.