Querido alcalde, con el debido respeto:

Creo que para ustedes los políticos debería ser primordial ganarse la confianza de quienes un día creyeron en sus promesas y respaldaron con sus votos los programas que les presentaron en sus respectivas campañas electorales. Diría más, sería conveniente que, a través de una gestión seria y escrupulosa, se esforzaran en lograr también el apoyo de todos los que apostaron por otras opciones o simplemente no quisieron participar en este juego en el que últimamente se ha convertido eso de ir a votar y que desgraciadamente hacemos cada vez con más frecuencia.

Perdone esta reflexión inicial pero el otro día me quede de piedra al escuchar en un informativo local el motivo por el que el portavoz de Ciudadanos en la Asamblea Regional había abandonado la mesa de diálogo que su grupo mantenía con el gobierno regional para negociar los presupuestos de 2017. Decía Miguel Sánchez, que así se llama el citado portavoz, que el Gobierno regional les está tomando el pelo, no les facilitan el borrador de las cuentas y les mienten continuamente. Sánchez añadió que ya lo hicieron en el ejercicio anterior cuando tampoco cumplieron las enmiendas parciales que recibieron los presupuestos de 2016 «para después hacer enormes transferencias de crédito para pagar a su ejército de asesores». Y digo yo, si mienten a quienes les mantienen en el Gobierno, ¿qué no harán con la oposición?

Pero lo que verdaderamente me dejó preocupado es que aseguró que el Gobierno regional no había cumplido los acuerdos alcanzados en la Asamblea Regional a pesar de que muchos de ellos habían contado con el voto favorable del propio Partido Popular.

Por eso decía al principio que la confianza es una premisa indispensable, no sólo en la política, sino en cualquier aspecto de la vida. Sin confianza es difícil que una relación prospere, y en los últimos años vemos como los niveles de confianza política han descendido de forma inquietante con predecibles consecuencias negativas para nuestra democracia.

A pesar de ello seguimos asistiendo a un continuo descrédito de los políticos en general que, lejos de intentar mitigar este sambenito, parece que, como vemos, se regodean en él, abandonando los principios más elementales de honradez y transparencia, recurriendo una y otra vez a la mentira.

Hablando de mentiras; me sorprendieron también las declaraciones de la consejera de Sanidad, Encarna Guillén, para la que el hospital del Rosell ya se ha convertido en un hospital general, tal y como pedía la Ley del Rosell que se aprobó en marzo. Una Ley que le recordamos a la señora consejera que exigía, entre otros servicios, UCI, plantas de hospitalización, laboratorio, pruebas diagnósticas, área quirúrgica con pleno rendimiento de todos los quirófanos existentes, etc.

Antes de ayer mismo leí en este periódico que «los últimos datos de las listas de espera del área sanitaria de Cartagena revelan que se ha sobrepasado lo permitido por la ley en materia de intervenciones quirúrgicas y en el acceso a las consultas con los especialistas».

Recuerdo alcalde que en una ocasión usted invitó a la consejera de Sanidad a que se atreviera a ir al Rosell cuando se encontrara enferma y comprobase de primera mano el grado de funcionamiento del hospital. Mucho me temo que eso no ocurrirá porque, la señora consejera podrá ser muchas cosas pero desde luego, tonta no.

Pero volvamos a la cuestión de confianza, ¿cómo pueden pedirnos que nos fiemos de sus promesas si mienten más que hablan? Hace tres días leímos en LA OPINIÓN: «el presidente del Gobierno regional, Pedro Antonio Sánchez, anunció que el AVE llegará a Murcia a finales de 2017», ¿usted se lo cree?

Hagamos un breve repaso de la agenda de este proyecto. En el año 2001 se pactó construir todos los tramos del AVE a la misma vez, sin embargo cuando en 2013 se inauguró la línea Alicante-Madrid, el expresidente Valcárcel prometió que llegaría a Murcia al año siguiente, es decir en 2014, algo que obviamente no ocurrió.

En 2015 la actual presidenta del Congreso, Ana Pastor, entonces ministra de Fomento, anunció que llegaría a finales de ese año, pero desde el gobierno regional tuvieron que volver a retrasarlo en dos ocasiones. Primero hasta 2016 y cuando comprobaron que las fechas se les volvían a echar encima, dijeron que para mediados de 2017. Ahora, el nuevo ministro dice que para finales del año que viene.

Está claro que, o no saben lo que llevan entre manos, o no se cansan de tomarnos el pelo. Eso por no hablar de la conexión con Cartagena, de la que siempre se dijo que se construiría de forma simultánea a la línea de Murcia, aunque ahora parece que tampoco hay plazo previsto, pese a que todos reconocen que lo que usted ha pedido de mantener la actual estación, abarata y agiliza las obras.

Podría seguir dándole razones y motivos de mí falta de confianza en la clase política, como el famoso corredor del Mediterráneo que, por arte de birlibirloque, cuando llegue a nuestra región se convertirá en el corredor de la huerta, como pasó en su día con la autopista AP-7, sin saber tampoco nada a día de hoy, sobre el ramal de Cartagena.

O podría también recordarle otras promesas referidas al nuevo aeropuerto de internacional de Corvera, a la desaladora de Escombreras, a la regeneración de Portman, pero ¿sabe qué?, prefiero dejarlo ya porque como dicen algunos por aquí «me se etá ensendiendo la sangre». Termino hoy recordando y compartiendo una frase del escritor americano, William Faulkner: «Solo se puede confiar en las malas personas; no cambian jamás».