El hecho de que los tranvías de Cartagena tuvieran una parada en la céntrica calle Puerta de Murcia fue el origen del nombre de El café del Tranvía, uno de los selectos establecimientos de hostelería con que contó nuestra ciudad desde principios del siglo XX. Su especialidad eran los cafés pero también disponían de vinos y licores de gran calidad, e incluso helados y refrescos tan socorridos en época veraniega.

Pero la historia de hoy se centra más en el entretenimiento que ofreció a sus clientes durante un periodo de tiempo que en la oferta gastronómica.

Su propietario, Antonio Antón Ferrera, debió ser un gran aficionado al flamenco pues hay constancia de la actuación en su local del guitarrista Pepe Grau, hijo del mítico Antonio Grau ´Rojo el Alpargatero´, que fue el gran difusor de los cantes mineros y propietario de una posada en la calle Canales de nuestra ciudad. El mes de octubre de 1927 El café del Tranvía cambió su nombre por el de Bar Cervantes, manteniendo su ubicación en el número 3 de Puerta de Murcia y con el señor Antón también al frente del negocio. Al parecer sufrió una gran reforma en su interior que fue decorado de una forma más lujosa, y donde no faltó un plafón con la imagen del insigne autor de El Quijote, Miguel de Cervantes.

Hubo que esperar dos años para que el flamenco volviera a oírse en esas cuatro paredes, y a punto estuvo de limitarse su horario de actuación por el Ayuntamiento. Digo esto porque a finales de septiembre de 1929 Antonio Antón escribió una carta al alcalde solicitándole que no se le aplicara la normativa que prohibía tocar aparatos de música a partir de las once de la noche. Alegaba el hostelero que sus conciertos eran «a base de cantos que solo perciben los concurrentes a mi establecimiento sin molestias para los vecinos colindantes». Tuvo suerte y la Comisión Municipal acordó permitirle conciertos los jueves, viernes, sábados y domingos siempre que no se ocasionaran dichas molestias.

Con esa autorización no tardó una semana en celebrarse la inauguración de la temporada con la actuación del Niño de la Victoria, cantaor de fandanguillos y caracoles, y de José Palanca que abarcaba todos los estilos del flamenco. A partir de ese momento fueron muchas las figuras que desfilaron por el escenario del Cervantes, entre ellas los cantaores cartageneros Antonio Ayala ´El Rampa´ y Juan Baños ´Fanegas´. ¡Alerta aficionados le dará el baño al gran Fanegas!, con esta frase se publicitó el duelo celebrado entre nuestro cantaor y el ganador de la Copa de Oro en la Exposición de Sevilla Niño Triana. Pero también hubo espacio para mujeres como fue el caso de Isabel Díaz ´La Levantina´ de la que se decía que tenía voz de platino o La Niña Chiclana considerada la reina del cante por tarantas.

Que la sombra del Tranvía era larga a pesar del cambio de nombre antes mencionado lo demuestra el hecho de que al ganador de uno de estos duelos se le entregara como premio la ´Copa Tranvía´.

La temporada de actuaciones fue un éxito a juzgar por las crónicas, pudiendo disfrutarse de noches de auténtico arte, pero un nuevo cambio de propietario en junio de 1930 y la desaparición definitiva del Bar Cervantes supusieron el final de estos días de flamenco junto al tranvía.