ste mes mantiene siempre el aliciente de que todo vuelva a ser de otra manera. Es una especie de enero en fraude que nos permite darle una doble oportunidad al año para convertirlo en mejor de lo que ha sido. Nos concede un extra de cuatro meses para enmendar la plana y subir nota para diciembre. Sin embargo la cosa se va poniendo cada vez más difícil a medida que avanzamos con una especie de retorno directamente proporcional al enfado que nos mantiene entre resignados y acomplejados. Da igual desde donde venga el tiro, siempre nos acaba encontrando y los frentes son tantos que abrir cualquier ventana genera una especie de ráfaga de ametralladora como si todos se hubieran puesto de acuerdo, como con eso de que la imprenta dicen que se inventó a la vez en varios sitios y uno no acaba de entender qué siniestras conexiones tienen estos sistemas.

Por eso de mi oficio, la cosa de los ordenadores de cualquier tipo me es familiar y he decidido tapar la manzana de mi equipo de sobremesa; noto que no me hace bien ponerme a trabajar con el runrún de que esta peña de Apple pagaba el 0,5% de impuestos ganando la intemerata y usted y yo al menos el 25% no sacando los pies del plato; y ahora ya no lo puedo devolver, además de que sin ordenador a ver cómo me entero de si mañana van a volver los 49 grados para seguir aplastándonos.

Si de los 13.000 millones de multa que le ponen nos llegara algo, amortiguaría incluso el calor que disipa el anagrama pero no las tengo todas conmigo. He recibido también un mail diciendo que el Samsung Note 7, que tenía pedido, ni está ni se le espera; que mejor lo dejamos no sea que estalle por temperatura y nos deje aún más alicaídos de la pierna del centro, a la vez que noto cómo la temperatura del bolsillo me empieza a subir calentando mi Samsung actual, como si se hubiera contagiado. Con dedos pinza lo descargo de golpe en la mesa y me aparto convencido de que lo próximo será rescatar mi Nokia del 2002 que seguro que me lo encuentro aun con un 45% de batería disponible para retornar de golpe a un pasado ordenado, ese de hacer una cosa y luego la otra.

Rajoy dice que qué se va a hacer, ¿le echamos de España?, refiriéndose al nombramiento (no llevado a cabo al final) de Soria y eso duele más que lo del móvil, que en 15 minutos se enfría sólo. Esto nos calienta tanto que lo peor no es lo de la pasta, ni que coloquen al amiguete, ni que lo hagan con nocturnidad y alevosía... lo peor es que he tenido un sentimiento parecido a cuando de pequeño en el cole, y por algo que no entendías bien, todos se reían a la vez de ti y sabías que nada podías hacer, pero que aquello era irreversible, que había un antes y un después y que una máquina malévola y poderosa les alineaba mientras tú te habías convertido en un súbdito acomplejado. Es el convencimiento de que ya no eres nada para ellos.

En Murcia en plena feria, fiesta a lo grande hasta el 13 y aquí en Cartagena preparando la nuestra, del 16 hasta el 25. A mi siempre me ha gustado ir a las dos, pero este año tengo una rara de sensación, como si no fuera políticamente correcto divertirse en Murcia si eres cartagenero de verdad y más ahora que se nos ha llenado la ciudad de pintadas con lo de CT provincia y esas cosas. En un callejón del centro había hace unos meses un grafiti precioso, de esos de artistas callejeros, y en una de esas el servicio municipal de limpieza pasó y lo tapó pintando de blanco encima. Lo consideraron suciedad, seguro que en los días que quedan y antes de que el resto de la Región y del país empiece a acudir a nuestras fiestas lo tendrán todo limpio de pintadas, que se vea una ciudad como lo que somos: respetuosa con los otros y bien preparados para el día del Circo, que es lo que más me gusta.