Ya saben que somos muy de olvidar cuando la cosa deja de interesarnos, y el otro día, el diputado Teodoro García nos invitaba en Twitter a lo propio: «No hablemos mal de lo nuestro». Y recuerdo aquella historia del burro que fue vendido rápidamente a la vista de su temperamento fuerte y vigoroso cada vez que su dueño pasaba la mano por sus nalgas, ocultando el alfiler que controlaba entre sus dedos y con el que punzaba al animal en cada caricia engañosa. Al cabo de una semana apareció el sufrido comprador víctima del timo dando voces y reclamando al vendedor que aquel animal ni trabajaba ni servía, a lo que el timador respondió: «Como sigas hablando así del burro no lo vuelves a vender». Seguramente al político del tuit se le olvida que el Código Penal recoge estos asuntos y los denomina estafas. Hablar bien del burro que está medio muerto y reanimarlo engañosamente para colocarlo en el estante con lazo y precio de oferta es directamente una estafa y así, estafados, se han sentido miles de personas que dedicaron sus ahorros de muchos años a comprar y mantener una vivienda en el Mar Menor y hoy no tienen otra escapatoria que seguir pagando la hipoteca de un bien que ha perdido su valor por culpa de quienes portaron durante años el alfiler con el que vigorizaron engañosamente un burro que todos sabíamos que estaba herido de muerte.

Los que eligieron esta temporada el entorno marmenorense para consumir sus vacaciones van a empezar a contar cómo les fue. Y si yo fuera hostelero estaría haciendo las maletas a toda velocidad a la vista de la capacidad de quienes de verdad tienen que resolver este asunto. Somos muy de matar el mensajero y esa técnica ha funcionado durante años voceando mentiras con mayor intensidad para convertirlas en certezas, ahora dicen que van a montar una campaña de difusión para convencer a los visitantes de que el año que viene será otra cosa, como si hubiera un sólo estamento político que contara con la solvencia y confianza suficiente como para que su palabra valga para algo más que llenar páginas vacías.

El Mar Menor nunca necesitó campañas para convencer a nadie y nada que no sea el boca a oreja de la realidad va a cambiar la tendencia. Se les olvida que ahora somos más libres, que tenemos las redes sociales, que todos estamos a un click de decir lo que pensamos, de contar cómo nos ha ido, de publicar cuantas fotos se nos ocurran y que ya no tiene más razón quien grita más fuerte. Lo peor es que la naturaleza siempre se abre camino y funciona igual para todos, los planctónicos intentan buscar la luz para hacer la fotosíntesis, las medusas buscan el oxígeno arriba para no morir y los políticos hacen lo propio, mostrar sólo lo que quieren que veamos para no morir ellos víctimas de sus propias trampas.

Tienen que saber que ya no nos fiamos, que no son garantía de nada, que durante muchos años todos sabíamos lo que estaba ocurriendo: Políticos, hosteleros, agricultores, constructores e incluso usuarios y nadie hizo nada. Por tanto todos están, estamos, inhabilitados para encargarnos de resolver un problema que nosotros mismos hemos causado y mantenido y no vamos a volver a poner al zorro a cuidar a las gallinas. Si de verdad hay voluntad de resolver el problema hay que crear un comité de sabios, de auténticos expertos traídos de cualquier parte y a cualquier precio, como siempre se hizo con los grandes problemas: técnicos, biólogos, ecólogos, personas completamente independientes, las mejores, librar un presupuesto y dejarles hacer, ponernos todos a sus ordenes, acatar, cumplir y esperar. Pero ese itinerario no creo que sea de posible cumplimiento para nuestros políticos, ellos saben de todo y por todos y la cosa no está para desperdiciar fotos ni milagros.