Hasta las pasadas elecciones seguíamos convencidos que los votantes determinan las victorias y la actuación de los candidatos hace subir o bajar escaños, pero cuando la industria demoscópica juega y recibe un varapalo como el del pasado domingo hasta no acertar ni una, la cosa da que pensar. Si el anuncio de que Podemos sorpasseaba al PSOE no se hubiera producido, probablemente el adelantamiento por la izquierda habría sido inevitable y es que no hay nada como asegurar para hacer falso lo cierto. Así somos y así nos gusta ser.

La cosa de las encuestas importadas de Andorra en formato verduras cocinadas sirvió de algo, que quien verdaderamente perdió las elecciones fue la industria demoscópica aunque haya influido lo suyo la cosa de que Pablo Iglesias se nos haya hecho socialdemócrata de golpe olvidándose que hace sólo unos meses acusó a Felipe González de tener las manos manchadas de cal viva mientras paseaba al niño por el Congreso de los Diputados y no me refiero a Iñigo Errejón -que por otra parte dicen que va a ser el mejor sustituto de Pedro Sánchez- sino al hijo de su compañera de filas.

De momento hay que esperar a que todos recojan el iPad, que con tal de darle gratis al candy crush, y en tiempo pagado por nosotros, son capaces de ir a las terceras elecciones y retrasarlas ad eternum.

En Cartagena, el dibujo no coincide con la foto nacional, que aunque el PP gana unos 5.000 votos y el PSOE se mantiene mientras Ciudadanos pierde 1.500, es Podemos quien se deja los mismos 5.000 votos que gana el PP. Y es que, cosas veredes amigo Sancho, porque deducir de esta lectura que los votantes de Podemos en Cartagena se han ido al PP es mucho deducir, pero ya saben lo que pasa cuando a las arañas se le cortan las patas, que al llamarlas dejan de acudir porque se han quedado sordas de repente y algo de esto nos está pasando a todos: cortamos las patas al sistema, les llamamos, no acuden y deducimos sordera permanente.

De lo que no cabe duda es que la tomadura de pelo al electorado es tan evidente como imposibles son de nuevo los pactos. Analicen y verán que no ha pasado nada, absolutamente nada, todo es igual que hace seis meses mientras siguen jugando al 'si no mía, de nadie'. Les cedimos honradamente la gran oportunidad, les hicimos caso en sus discursos, fuimos obedientes como siempre, rompimos el bipartidismo como nunca, dejamos emerger hasta un casi segundo puesto a un puñado de perrosflauta de 15-M -según sus adversarios-, convirtiéndolos en diputados, alcaldes o incluso presidentes de Gobierno durante una siesta de encuestas afrutadas.

Nos partimos la cara por ellos, toleramos que más de 16 partidos se presentaran como uno, como si tuvieran algo en común el Partido Pirata de Cataluña, Ecosocialistas de la Región de Murcia -auténtico partido hippie que dice que debajo de los ladrillos está la playa y no tienen ni dominio en internet- o Ezker Anitza -que pide una Euskadi radicalmente feminista-, y aún sabiendo todo eso les aupamos y ellos nos lo pagan no poniéndose de acuerdo, no cediendo, no respetando mayorías ni por votos ni por ideología y eligiendo quedar tuerto para que otro quede ciego.

Pero la política del ojo por ojo, acaba dejándonos invidentes a todos y al final uno empieza a pensar si lo de preguntar tanto al pueblo no será un error cuando aparecen declaraciones de ancianos que dicen que en el sobre llevan lo que les puso su cuidadora antes de empujar su silla de ruedas para llevarles al colegio electoral. O si no, miren lo que ha pasado en Inglaterra con tanta pregunta sobrevenida. No puede preguntarse todo y menos tantas veces porque si no estamos preparados para gestionar las respuestas, lo mejor es no hacer preguntas. Mucho tiempo perdido para al final terminar en seis meses en una mayoría absoluta del PP porque eso es lo que tendremos, justo lo que nos merecemos.