Mañana se conmemora el 243 aniversario de la muerte de un ilustre marino del siglo XVIII cuyas aportaciones científicas le otorgaron un enorme prestigio en la Europa de la Ilustración. Aun así, su figura ha pasado de puntillas por los anales de la historia de España y para muchos cartageneros, aunque nos suene su nombre por ser el asignado a una de nuestras calles, se trata de un personaje poco conocido. Jorge Juan y Santacilia llegaba a este mundo en la villa alicantina de Novelda -a unos 100 kilómetros de Cartagena-, en 1713, en una época convulsa en la que la Guerra de Sucesión (1701-1714) tocaba a su fin y las naciones europeas reconocían a Felipe V, sobrino nieto de Carlos II, como legítimo rey de España y primer Borbón de la Corona. Significar que la nueva estrategia exterior de los Borbones para garantizar la comunicación del imperio con ultramar, pasaría por construir arsenales y astilleros al objeto de modernizar los buques e incrementar el poder naval.

Jorge Juan ingresó en la Escuela Naval en 1729 destacando pronto por su intelecto. Tal es así, que en 1734 sería elegido para formar parte de la expedición científica de la Real Academia de Ciencias de París para medir con exactitud un grado del meridiano terrestre sobre el ecuador. Permaneció en las tierras americanas más de una década y, a su regreso, Fernando VI (Hijo de Felipe V) lo ascendió a capitán de navío al servicio del Marqués de la Ensenada, lugarteniente general del Almirantazgo e impulsor de los departamentos marítimos.

La obra faraónica del Arsenal cartagenero, con el ingeniero militar Sebastián Feringán al frente desde 1732, estaba plagada de retos y el Rey ordenó a Jorge Juan acudir a Cartagena (16 agosto 1750) para perfilar el diseño final de la dársena e incluir dos diques secos: uno para buques de gran porte y otro para navíos de 50 a 70 cañones. Al final, en contra de la opinión de Feringán, se construirían con el diseño del marino y en los terrenos de Mandarache por él aconsejados. En 1754, el noveldense vuelve a Cartagena para supervisar la construcción de los muelles y dar un empujón al dique pequeño que, finalmente, quedaría operativo en 1759 con la entrada del navío América, de 60 cañones, construido en La Habana (1736). El otro dique se terminaría en agosto de 1760, ya bajo reinado de Carlos III.

Es evidente que las grandes inversiones estatales permitieron dejar atrás la Cartagena de la Edad Media, en torno al castillo de la Concepción, y transformarla en una ciudad a la vanguardia de la industrialización marítima y de la construcción naval; pero no perdamos de vista que fue Jorge Juan el dueño de las ideas y diseños que, de alguna forma, marcarían el futuro de Cartagena. En 1757, el astrónomo, físico y matemático fundó el Real Observatorio Astronómico de Madrid y fue precursor del Real Observatorio de la Armada en San Fernando. Poco después sería jefe de escuadra de la Armada Real e incluso actuaría con brillantez como embajador en Marruecos. El 'sabio español', como era conocido en el extranjero, fallecía en 1773 a los sesenta años y el Imperio español perdía a su mayor talento del Siglo de las Luces. Caballero de la Orden de Malta durante toda su vida, Jorge Juan dejó su impronta en los reinados de los tres primeros Borbones y, hoy, sus restos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres.