a riqueza cultural de nuestra ciudad durante la segunda mitad del Siglo XIX se tradujo entre otras muchas cosas en la proliferación de diversos periódicos de tipo político, literario e incluso científico. El más conocido probablemente por haber llegado a ser Decano de los periódicos de la provincia fue ´El Eco de Cartagena´, fundado en 1861, pero posteriormente también surgieron otros como el que hoy rescatamos del olvido.

´Todo por Cartagena y para Cartagena´, así de claro y contundente era el lema que se podía leer en su cabecera junto al hecho de considerarse un periódico de intereses generales. El 2 de abril de 1877 salió el primer número bajo la dirección del abogado Pedro Carreras, siendo su propietario el industrial de artes gráficas Marcial Ventura, que regentaba una imprenta en la calle del Duque. El precio de suscripción por un mes en Cartagena era de seis reales mientras que fuera de la localidad el coste oscilaba entre los 24 reales de un trimestre y los 88 por un año. El destino quiso que su segundo director, Hipólito Calderón, también se dedicara a la abogacía, y él mismo sustituyó a Ventura en la propiedad del diario en 1878. Algunos de sus artículos dieron lugar a multas por parte del Ayuntamiento, sufrió cierres y reaperturas, pero lo más extraño es que pese a funcionar durante más de una década apenas quedaran ejemplares en las hemerotecas.

Por eso me ha parecido interesante dar a conocer al lector algunas de las secciones que lo componían tomando como referencia un ejemplar, el del 20 de mayo de 1878. No podía faltar la denominada sección de Minas donde ese día el rico propietario Simón de Aguirre, hermano de Camilo, el dueño del Palacio de Aguirre, reclamaba pertenencias para la mina ´San Alfonso´ situada en Mazarrón. Un apartado muy curioso era el de las charadas, un pasatiempo que consistía en adivinar una palabra a partir de alguna pista sobre su significado y sobre el de otras que se forman con sílabas de la palabra buscada. La sección religiosa incluía el santo del día siguiente, los horarios de misas y al ser mayo se decía que «continuaban las flores de mayo en San Miguel, en el Carmen, San Diego y Santo Domingo». La sección del Registro Civil informaba del número de defunciones, nacimientos y matrimonios y tampoco faltaba la efeméride de turno.

Pero donde se cogía el pulso a la ciudad era en la sección de crónica local que ese día transmitía varias quejas como la de los vecinos de Puerta de Murcia, ya que el Cuartel del Rey alojaba la escolta de caballería del Gobernador Militar y el estiércol allí almacenado producía un hedor insoportable. En la misma línea iba la súplica para que el circo instalado en lo que fue el convento de la Merced pusiera un urinario para los espectadores, pues se formaba un auténtico lago y no precisamente el que daría lugar a que fuera conocida por ese nombre la plaza donde se encontraba.

No menos importante para la economía del diario era la sección de anuncios donde se mezclaban los horarios del tranvía a vapor que unía Cartagena con La Unión y remedios como la ´Pomada Martín´, que prometía terminar con los dolores de muelas y los sabañones. Por último en esta misma sección destacaban los anuncios de nodrizas, conocidas también como amas de crianza o de leche y que amamantaban a lactantes que no eran hijos suyos, dando lugar así a los conocidos como ´hermanos de leche´.

Y así, con tanta variedad de secciones y dispuesto a entretener a sus lectores, salió a la calle aquel 20 de mayo de 1878 ´El Amigo de Cartagena´.