Cartagena ha conseguido revitalizar el mundo de la hostelería gracias, sobre todo, al impulso turístico que ha experimentado en los últimos años. La restauración está llamada a convertirse en uno de los nichos de negocio más fructíferos en la ciudad y de ahí que haya mucha gente interesada en formarse para encaminar sus pasos hacia esta salida laboral.

La Agencia de Desarrollo Local de Empleo (ADLE) del ayuntamiento de Cartagena promueve un curso denominado Hostelería Cocina Nivel 2, con una formación lectiva de 810 horas en el que han participado trece alumnos.

Las clases teóricas han tocado a su fin, y de ahí que ayer los aspirantes a cocineros recogieran sus certificados de profesionalidad de manos del gerente de la ADLE, Diego Peñarrubia.

Los alumnos exhibieron todo el arte culinario que han ido aprendiendo de la mano de su profesor a lo largo de este periodo de formación, en un acto de clausura al que fueron invitados familiares y amigos. Un sinfín de tartaletas de mil sabores, cucharillas de pulpo, salsa de ternera, pasando por vichyssoise, croquetas de vieiras, cochinillo o caldero, hasta acabar con una letanía de postres, entre ellos la famosa tarta de la abuela, de Santiago, profiteroles, Miguelitos o tarta de calabaza.

Ahora a los estudiantes les toca la fase de prácticas.

Algunos de los restaurantes de la ciudad recibirán a los alumnos para que finalicen su curso aprendiendo cómo se vive desde dentro, desde las cocinas de un restaurante, la tensión por servir los mejores platos en el menor tiempo posible.

Estas prácticas no laborables completan el ciclo para unas personas a las que se les ha despertado su pasión por la cocina y su ilusión por encontrar en ella una salida al mundo laboral y poner en práctica sus conocimientos.