Hace poco, con ocasión de un encuentro regional, en el Palacete de la Seda, entre artistas plásticos, galeristas, críticos de arte y arquitectos, añorábamos otras épocas como el Modernismo, que tanto trabajo daban a los escultores, pintores, vidrieros, herreros y otros artistas y oficios varios. Hoy día, la llamada arquitectura funcional levanta verdaderos edificios contenedores de gentes o de oficinas, pero desnudos, llenos de líneas rectas y desprovistos de cualquier tipo de adorno o lujo que se considera innecesario, y en esta época de plásticos, metacrilatos, grandes almacenes, ikeas, mercadillos o tiendas de chinos, ya no nos encontramos con murales de cerámica, arcos y columnas labradas, murales pintados o tallas de madera.

El Modernismo era otra cosa, toda una oportunidad para los sentidos, la imaginación y el exotismo y, para multitud de artistas y oficios hoy casi extinguidos. Como las modas son cíclicas, tal vez en el futuro vuelva a ponerse de moda la intervención de las artes dentro de la arquitectura. Es verdad que la crisis económica dificulta lo que, en su época, se pudo hacer gracias al mecenazgo de la burguesía industrial o minera. Pasear por las calles de Cartagena, contemplando esas fachadas y balconadas de edificios de principios del siglo XX, es todo un placer. En este Año del Modernismo hemos de dar a conocer y promocionar mejor nuestra ciudad, pero también toda la comarca. No hemos de olvidar que si impresionante es este Gran Hotel, emblemática obra de Tomás Rico y Víctor Beltrí, no menos bellas y valiosas son muchas construcciones de la época que enriquecen el campo de Cartagena.

Desde las épocas romanas o árabes, numerosas familias se han establecido en el campo de Cartagena con importantes villas y propiedades rurales de diversas tipologías, pero casi siempre relacionadas con la explotación agrícola, pesquera, minera o ganadera. Destacan las casas torre, relacionadas con otras construcciones mediterráneas y las fincas emparentadas con los cortijos andaluces o las casonas manchegas, verdaderos complejos agrícolas autosuficientes, con bodegas, almazaras, caballerizas, corrales, pajares, aljibes, pozos o molinos. Muchas tienen más de dos o tres siglos y hoy, están en estado de abandono o ruina. Pero es a finales del siglo XIX y principios del XX cuando un grupo de prósperos empresarios mineros pobló el campo de Cartagena, desde San Pedro del Pinatar hasta Fuente Álamo o La Unión, con toda una serie de villas de recreo, de estilo ecléctico y claras influencias modernistas.

Estas edificaciones con pinta de castillos o casas de muñecas en tamaño real, en su mayoría se encuentran abocadas a la ruina, fruto de la indolencia y la incuria que nos caracteriza, sólo unas pocas son conservadas como lo que son: Todo un lujo para nuestro patrimonio y nuestra Comarca. Entre las multitud de ellas podemos citar ejemplos como Villa Carmen en San Antonio Abad, El Castillito del Marqués de Fuente el Sol o la Torre Llangostera de Víctor Beltrí, en Los Dolores; El Palacete de Versalles en Los Barreros; Villa Esperanza en Barrio Peral; Villa Pilar en Santa Ana; Villa María o la Casa Rubio en El Algar; Villa Pagán en El Albujón; Torre Calín y Torre Asunción en La Aljorra; la Flora o La Rosa en la Palm; o Torre Antoñita; Villa Antonia; Villa Carmina; Los Pinos; Torre Valeriola o Torre Nueva en Pozo Estrecho.

Algunas se levantaron aprovechando otras anteriores, como Lo Treviño en La Palma, adjuntándose a una antigua edificación del siglo XVIII, Lo Poyo, en las cercanías de San Ginés de la Jara, aprovechando una antigua torre fuerte o La Arboleda de Pozo Estrecho, que se construyó en torno a una torre árabe que aún pervive. Recientemente hemos sabido que Cultura está incoando un expediente de declaración de BIC para la villa de Torre Nueva, en Pozo Estrecho, una espectacular casona en forma de cruz y, lo que mucha gente desconoce, un pequeño y coqueto teatro. Todo un mundo por conocer y poner en valor.