Mañana se cumplen cien años de la inauguración del Gran Hotel, una efeméride que será celebrada de forma especial por el ayuntamiento de Cartagena, dentro del Año del Modernismo. Un acto que complementará la exposición y el magnífico libro que sobre la historia del edificio ha hecho mi buen amigo el arquitecto José Manuel Chacón. El 29 de febrero de 1916 quedó marcado en el calendario como el día en el que tuvo lugar uno de los grandes eventos de ese año en la sociedad cartagenera. Una sociedad de la que formaba parte el rico propietario de minas Celestino Martínez Vidal, impulsor de la construcción del establecimiento hotelero, que desgraciadamente no vería inaugurar pues falleció en enero de 1911.

Todo parece indicar que Celestino encargó originalmente el diseño del inmueble al arquitecto municipal Tomás Rico, de él son los planos que se conservan, pero fue finalmente el arquitecto Víctor Beltrí quien llevó a cabo el proyecto. De hecho llama la atención que en el obituario de Rico, fallecido en 1912, la prensa local mencionara diversas obras suyas para particulares y no apareciera citado el Gran Hotel.

En una ciudad que contaba con establecimientos hoteleros más modestos como la Posada de la Rosa o el France et París, ver alzarse poco a poco majestuosamente esta inmensa mole debió ser impresionante.

Con los medios de la época trabajaron incesantemente albañiles, ceramistas, ebanistas, cerrajeros, escayolistas, vidrieros, y otros profesionales de la construcción para que todo estuviera listo el día señalado.

En la publicidad del hotel se podía leer lo siguiente: «Consta de cien espaciosas habitaciones, todas exteriores, montadas con todos los adelantos de la higiene y comodidades hasta hoy conocidas en los mejores hoteles de Europa y América».

En cuanto a los precios, la pensión completa costaba diez pesetas aunque a los viajantes de comercio se les ofrecía desde siete pesetas. Y para que no faltara ningún detalle disponía de servicio de intérprete y transporte para traslados al puerto y la estación de trenes.

Al frente del mismo como director-propietario el vasco Basilio Irureta, curtido anteriormente en batallas hoteleras como el balneario de Archena, aceptó lo que debió suponer un gran desafío. Por eso no dudó el día de la inauguración en ´tirar la casa por la ventana´ obsequiando a las autoridades locales con un magnífico banquete tras enseñarles las instalaciones del establecimiento. Una idea de lo que debió ser la apertura nos la da el hecho de que las calles cercanas se colapsaran llenas de ciudadanos ansiosos de contemplar tan magnífica obra.

Cien años después el Gran Hotel sigue siendo uno de los grandes atractivos de la Cartagena modernista, y la celebración mañana de su centenario una cita a la que ningún cartagenero debería faltar.