El pasado día 6 de Febrero se cumplieron cien años del fallecimiento del poeta nicaragüense Rubén Darío, conocido mundialmente por haber sido el máximo representante del denominado modernismo literario. Me imagino que más de un lector se estará preguntando con razón qué tiene ver este poeta con Cartagena y en esta historia tendrá su respuesta. La verdad es que no hay constancia alguna de que el insigne vate visitara nuestra ciudad durante los años que permaneció en España. Aún así su poesía sí caló hondo en dos personajes importantes en la historia de la literatura nacional como fueron Carmen Conde y su marido Antonio Oliver. Los dos literatos cartageneros dedicaron sendos trabajos a la figura del poeta a quien admiraban profundamente. Pero no quedó ahí su labor pues viajaron al pueblo abulense de Navalsaúz para conocer a la que fuera su tercera esposa, Francisca Sánchez, quien les donó todo el material para constituir el ´Archivo de Rubén Darío en Madrid´. A partir de ese momento Oliver se dedicó a ordenar el archivo que incluía unos siete mil documentos y manuscritos. Quien esto escribe desconoce si lo narrado favoreció el hecho de que nuestra ciudad fuese una de las elegidas para acoger un monumento dedicado al poeta, pero bien pudo influir para ello.

El embajador de Nicaragua en nuestro país, Justino Sansón Balladares, se dedicó en cuerpo y alma desde su nombramiento en diciembre de 1971 a propagar la obra de su compatriota. Y así lo reconoció en un libreto titulado ´Recuerdo de mis primeros dos años en España´ publicado por la Embajada de Nicaragua en 1973. En el mismo se podía leer que había promovido la construcción de monumentos en diversas ciudades españolas como Ciudad Real, Cáceres, Gijón, Córdoba y Cartagena. En nuestro caso fue el 31 de enero de 1972 cuando el pleno de la Corporación Municipal presidido por el alcalde Ginés Huertas acordó acceder al ofrecimiento del embajador de Nicaragua en Madrid para la realización de un monumento-homenaje a Rubén Darío.

El lugar elegido para su ubicación fue el Parque Torres, concretamente una pequeña explanada situada junto al estanque de los patos. El monumento en sí, un gran monolito de piedra, constaba originalmente de un medallón en bronce, una dedicatoria de la ciudad y unos versos del poeta. En el medallón, que se repite en los monumentos de alguna de las otras ciudades españolas, además de la cara del poeta se puede leer la inscripción «príncipe del verso castellano», así como su nombre.

Y llegó el esperado día de la inauguración, celebrada el 26 de marzo de 1972, en un acto que contó con la asistencia de gran número de autoridades locales y por supuesto con la presencia del señor Sansón Balladares. De los discursos pronunciados destacaría el del embajador de España en el país latino que dijo que «Nicaragua exportaba poesía con los versos de Rubén».

Y termino esta historia precisamente con los versos que adornaban el monumento, desaparecidos en la actualidad, y que decían así: «Yo siempre fui por alma y por cabeza español de conciencia, obra y deseo y yo nada concibo y nada veo sino español por mi naturaleza».

Monumento a Rubén Darío junto a la linterna del Parque Torres.

Medallón que adornaba el monolito con la imagen del poeta.