Después de una larga trayectoria laboral y empresarial, así como, una intensa participación política, mayoritariamente reivindicativamente municipal y autonómica, me veo obligado a observar, con cierta incertidumbre, una deriva rupturista en la actual sociedad española, y cuyos principales protagonistas de dicha iniciativa nos reprochan a las generaciones anteriores haber diseñado y aceptado una transición de la Dictadura a la Democracia de forma equivocada, y cuyas consecuencias negativas, estamos pagando al cabo de cuarenta años.

Los principales artesanos de este posicionamiento político son jóvenes universitarios formados en una de las muchas universidades españolas, construidas en este espacio histórico que ahora critican, y donde han podido cursar sus estudios con becas y expresar libremente sus pensamientos sin restricciones dictatoriales.

Estoy seguro de que los actuales rupturistas nunca hubieran actuado con el acierto y la generosidad con que se inició la difícil Transición.

Somos millones de españoles los que hemos sufrido los resultados de un enfrentamiento suicida entre españoles, y cuyas consecuencias de separación, después de setenta y cinco años, alguien quiere impedir que se convierta solamente, en un negro episodio de nuestra reciente historia. La actual juventud de mis nietos confunde a Franco con uno de los reyes godos que nos obligaron a estudiar en nuestra juventud, y este desconocimiento era para mí un signo de estabilidad emocional y política, por donde deberíamos transitar en nuestro largo futuro. Esos mismos millones de españoles aún recuerdan, las grandes diferencias sociales así como los largos periodos de penurias económicas, las enormes tasas de analfabetismo, la falta de expectativas culturales y laborales de nuestra juventud, las enormes deficiencias de infraestructuras en carretera, ferrocarriles, pantanos, puertos. Las carencias de instalaciones educativas básicas y universitarias, así como de pabellones deportivos e instalaciones básicas donde practicar deportes. El constante abandono de nuestros pueblos y su emigración a las grandes ciudades en condiciones deplorables y cuyos hijos y nietos ahora son médicos, abogados o profesores de universidad.

Todas estas carencias y dificultades las hemos sufrido y superado esos mismos millones de españoles, que hemos sido capaces de ir cimentando y construyendo una nueva sociedad donde ha prevalecido el intento de compartir un futuro basado en la concordia, el respeto y el interés en avanzar en lo económico y en lo social de forma constante y equilibrada. Nosotros fuimos capaces de poner en marcha los Planes de Desarrollo que empezaron a equilibrar a nuestra sociedad, también hemos sido capaces de dar la posibilidad de que todos los españoles puedan votar y vivir en paz y democracia, y poder labrarse un mejor futuro, basado en sus capacidades y no en su posición social. Nosotros mismos somos conscientes de que nada es perfecto, y por tanto, tenemos problemas y desequilibrios aún por resolver.

Por nuestra dilatada experiencia, reflejadas en la blancura de nuestras cabelleras, sabemos que nuestras estructuras sociales y políticas, deben actualizarse y adaptarse a los cambios naturales de nuestra sociedad, pero siempre, desde la concordia y el respeto a las mayorías, y por senderos de Evolución y nunca por Revoluciones, y así podremos seguir estando, modestamente orgullosos, de haber participado en la reciente historia transformadora de España.