Los patronos, término creado por el sociólogo del arte Francis Haskell, engloban a los mecenas del Renacimiento, a los estamentos de poder, a la Iglesia, las monarquias y su entorno, a las asociaciones, a los marchantes, y hoy, a los nuevos mecenas, como instituciones públicas, bancos, multinacionales, fundaciones y particulares. El coleccionista, desde siempre, ha disfrutado de un alto nivel social, cultural y económico, igual o superior al del artista. El coleccionista no influye en el arte de manera directa, al contrario de lo que ocurría con los mecenas de épocas pasadas. Pero el comprador de arte sí que interviene en el éxito comercial de uno u otro estilo, corriente o tendencia. El público es el único de los tres estamentos que se convierte en mero receptor y su gusto particular no incide, casi nunca, en la evolución de las formas artísticas, sino que a la larga las adopta y asume como propias. Los artistas y coleccionistas poseen una relación decisiva en el desarrollo del arte contemporáneo. Una de las formas de fomentar el conocimiento y la reflexión sobre la relación que se establece entre los coleccionistas y los artistas, teniendo en cuenta la mediación de los galeristas, es la organización de ferias. Espacios en el que se realiza un proceso de conexión entre los diferentes actores culturales. Es importante el papel del coleccionista como transmisor de un patrimonio cultural que construye el sentido de nuestro presente artístico.

Pero, para los que amen el arte pero no disfruten de un elevado conocimiento artístico, es conveniente contar con las consultorías, los asesores cumplen con diferente cometidos al de las galerías, ya que funcionan como representantes de sus propios protegidos, y por tanto la oferta puede ser un tanto parcial. Sin embargo, un asesor independiente, ofrece al coleccionista una visión general de todo el mercado, gestiona la compra de los cuadros, consigue mejores condiciones, se encarga del seguro de las obras, entre otros muchos servicios. Un mecenas o un coleccionista poco adiestrado corre el riesgo de apostar por obras de poca calidad, creando colecciones de elevado coste económico, pero de bajo nivel artístico, cercenando la posible proyección de la propia colección, transformándola en un almacén de obras amontonadas sin valor ni criterio.

Está claro que las galerías no son museos ni aulas de cultura, aunque compartan ciertas similitudes. Un director de galería transmite su visión a su propio negocio. Un buen galerista es un interlocutor cultural que acerca e interpreta el arte a coleccionistas y público en general. Hoy en día, debido a las circunstancias económicas, el sector del arte prácticamente ha desaparecido, se marcharon como aves migratorias a latitudes más cálidas. Habrá que encontrar la pócima que rompa el hechizo para que regresen, estos actores protagonistas del mercado, del limbo en el que se encuentra. Si nuestra intención es revitalizar el mercado artístico, uno de los ingredientes que debemos verter en la marmita, sería la creación de un espacio, llámese feria, simposio, jornada o congreso, en que coincidan el mayor número posible de actores que intervienen, en un 'per se' difícil ámbito. Es necesario que participen artistas, galeristas, críticos, coleccionistas, publicó en general y asesores...

Otro ingrediente de esa hipotética fórmula magistral debe ser la aprobación de una ley de mecenazgo en la que se incluya sensibles desgrabaciones fiscales. A continuación, sería conveniente, una fuerte bajada del IVA que graba la adquisición de obras de arte. Supongo que la combinación de todos los citados elementos constituyen un caldo de cultivo imprescindible para que crezca la industria del arte.