La flota mundial de submarinos está creciendo por primera vez desde la Guerra Fría a consecuencia de los distintos cambios geopolíticos actuales. Algo que ha supuesto que los sumergibles emerjan como negocio para muchos países europeos como Suecia o Francia. De esta carrera armamentística también se aprovechan otros fabricantes como Rusia, Japón y Corea del Sur. España estuvo a punto de entrar hace dos años en este selecto círculo de vendedores de sumergibles, pero un fallo en el diseño inicial del S-80 y el sobrepe de éste echaron al traste los posibles acuerdos con la marina de Australia y Noruega. Los australianos estaban dispuestos a adquirir una docena de naves.

Como destacó en una entrevista a LA OPINIÓN el exalmirante Adolfo Baturone, quien es además uno de los submarinistas más veteranos de la Armada, «si el sumergible llega a salir como estaba previsto hubiera sido un éxito para la industria naval española». Sin embargo, la posición de Navantia en el extranjero ha quedado mermada pese a la buena imagen exterior de los astilleros por no tener ningún submarino que mostrar a sus posibles compradores.

Por eso, el director de los astilleros en Cartagena, el exvicealmirante José Manuel Sanjurjo Jul, desveló que « El rediseño del S-80 está muy avanzado, pero hasta que el submarino no esté entregado a la Armada no podremos salir al mercado para competir con el resto de países fabricantes». Para conseguir que vea la luz el nuevo S-80 plus -denominado así tras el cambio en el diseño- el máximo responsable de la factoría manifestó que «ahora estamos inmersos en un proceso de transformación productiva del astillero cuyo principal eje es el campo tecnológico del arma submarina». Navantia tendrá que enfrentarse en 2020 -año previsto para la entrega del primer buque- a un panorama distinto al que se habría encontrado si hubiera cumplido los plazos iniciales. Ante esto Sanjurjo subrayó que «la tecnología será el punto fuerte y la gran baza del buque».

Un plan estratégico

El S-80 es un proyecto estratégico tanto a nivel económico como militar. Esto es algo que ha reconocido públicamente el capitán de corbeta e ingeniero del S-80, Juan Manuel Torrijos. Según este militar, «integrar a empresas locales en la fabricación del submarino hace que el proyecto sea muy bueno para el desarrollo económico de España». Además, la Flotilla de Submarinos, que fue visitada este año por el Rey Felipe VI, se encuentra ahora mismo ante un panorama desolador. Hace unos años había hasta ocho submarinos funcionando y ya sólo quedan tres. Pero lo más preocupante de todo es que, de esos tres que hay, sólo le quedan dos años de vida útil a uno de ellos y los otros dos cuentan únicamente con cinco años más de servicio. Este mes se ha producido un cambio en el mando de la Flotilla, donde el capitán de navío Lorenzo Gamboa ha sido designado nuevo comandante. Su misión será formar a la tripulación para que sepan manejar el futuro sumergible. Algo que no será fácil, y es que la Armada portuguesa ha tenido serios problemas en el adiestramiento militar de sus últimos buques. El anterior capitán, José Sierra, ha pasado a formar parte de la representación española de la OTAN, donde jugará un papel clave en el rol que la serie S-80 jugará en las operaciones militares de los países aliados.

Sin embargo, pese a la aparente necesidad de naves por parte de la Armada, otros se muestran críticos respecto a la utilidad real que a nivel militar pueda tener al nuevo arma submarina que llevará el nombre de Isaac Peral. Sobre ello debaten en el Centro Delás de Estudios por la Paz. Pere Ortega, presidente de este organismo cuya misión es construir una sociedad sin armas, afirmó que «no está claro la vinculación de la clase S-80 con las necesidades estratégicas militares de España, ya que difícilmente nuestro país va a entrar en conflictos en los que tenga que intervenir un submarino». Ortega también aseveró que «España ha iniciado este proyecto fallido solo para conseguir paz social y cumplir con sus compromisos en la OTAN».

Pérdidas de casi 3.500 millones

El experto también destacó que «Navantia es deficitaria y ha perdido 3.367 millones de euros de dinero público en los últimos diez años». Es más, el responsable del Centro Delás subrayó que «el astillero funciona subsidiariamente gracias a los pedidos que les encomienda el Estado como casi único y principal cliente». El fin, según él, es mantener una paz social en las localidades en las que hay astilleros, como son Ferrol, Cádiz y Cartagena. En esta última n millar de personas trabajan de forma directa y otras mil indirectas.