­El ayuntamiento de Cartagena ha sancionado con multas que van de 10.000 hasta 100.000 euros a dos locales del centro de la ciudad por abrir sin licencia de apertura. Se trata del espacio gastronómico Street Food, del Molinete, y el bar de copas La Champa, situado en la calle Aire.

Sus responsables, José Luis Botella, de Street Food, y José Miguel Lorente, de La Champa, se preguntan: «¿Dónde están las licencias exprés?»; y lamentan las trabas que el Consistorio pone a los empresarios que apuestan por abrir negocios en el casco histórico. «Street Food es un espacio de comida único en España que lo hemos abierto junto al Foro Romano para darle vida a la zona y, pese que a los gobernantes les agradó la idea cuando se la presentamos el pasado año, la realidad es que cada vez nos exigen más cosas. Para una simple plancha de asar tenemos que poner extractores como si fuera una cocina de un hotel cinco estrellas», afirma Botella.

Los dos hosteleros también critican que «el Ayuntamiento no sea ni rápido ni eficaz a la hora de tramitar los permisos para poder funcionar», ya que ambos han visto pasar casi un año ya desde que se iniciaran los trámites municipales para abrir sus locales al público. «Tengo que ir cada día al Ayuntamiento para ver cómo van mis papeles y en ventanilla nadie sabe nada, mi licencia está en el limbo», asegura el propietario de La Champa, quien también es dueño del bar Aire 13.

Tanto Botella como Lorente aseguran haber cumplido con todos los requisitos que, «a cuenta gotas», les va pidiendo la Administración para conseguir la licencia definitiva que, por el momento, no saben cuándo podrán tenerla. Los dos reconocen haber duplicado sus inversiones a causa de las exigencias del Consistorio. «Nos miran al milímetro, a mí me han tirado una obra de un baño para atrás porque le faltaban dos centímetros para cumplir la normativa de acceso para minusválidos», ironiza el propietario de La Champa.

Se acabó la fiesta por el ruido

Street Food y La Champa han acabado cerrando tras la prohibición de poner música en los establecimientos. En el caso del enclave gastronómico del Molinete, éste sólo tenía la obligación de clausurar sus equipos de sonido. Según su responsable, «hemos decidido echar la persiana del Street Food de forma voluntaria, pese a que no teníamos orden de cierre, porque un sitio así sin música no funciona y la gente acabaría por no venir».

Pese a todo, tras el cierre voluntario del pasado mes -la Noche de los Museos fue la última que estuvo abierto-, el propietario asegura que «volveremos a poner el Street Food en marcha cuando pase la época estival y solucionemos el tema con la Administración». Aún así, Botella defiende que «nosotros estamos haciendo escrupulosamente todo lo que nos pide el Ayuntamiento». En cuanto al problema con el ruido por el que se quejaban los vecinos matiza que «nos gastamos 2.000 ó 3.000 euros en instalar el limitador de sonido que te corta la música si te pasas, pero los técnicos municipales nunca vinieron a ponerlo en marcha y está el aparato muerto de la risa».