Un niño llora desconsolado en la consulta de al lado, pero Alfonso Garrido (Cartagena, 1950) actúa con normalidad. Sus 40 años como médico, 38 de pediatra, le avalan. Siempre ha trabajado en la sanidad pública, en la que cree que se encuentran los mejores especialistas. Considera que la protección de los padres sobre los niños se ha disparado en los últimos años y lamenta que desde el Gobierno central no se convoquen más plazas de Pediatría, lo que provoca que médicos de familia estén asumiendo los puestos de la especialidad en algunos centros de salud.

Tras 40 años de médico, 38 como pediatra, ¿cómo ha cambiado la profesión?

Muchísimo. Cuando volví a Cartagena en 1985, tras conseguir la especialidad en Barcelona y trabajar en Bullas, apenas había dos centros con Pediatría y éramos cuatro especialistas. Ahora todos los centros de salud cuentan con su área pediátrica. Además, la protección de los padres sobre sus hijos se ha disparado en los últimos años. Yo digo que los pequeños han pasado de ser los reyes de la casa a ser los emperadores. Ahora se tienen menos hijos, son más apreciados y están supercuidados. Los padres suelen traer a los pequeños con pequeñas cosas y exponerlos mucho al mundo sanitario no es bueno.

¿Cree que los progenitores son más temerosos ahora?

No es malo, pero puede haber un exceso de preocupación ante pequeñas patologías. Hay que tener un poco de sentido común y no castigar demasiado a los niños con medicamentos a no ser que sean necesarios. Una frase que nos define a los pediatras es que debemos hacer la infancia del niño lo más agradable posible, sin perjudicarle y este concepto es fundamental.

Supongo que el llevar a los niños más al médico ha aumentado la carga de trabajo...

Y más cosas que tenemos que hacer debido a los recortes. Las condiciones de trabajo no son las ideales, con sustituciones mal atendidas, doblando para cubrir vacaciones o días de libre disposición. Pero el trabajo sale por la profesionalidad y el esfuerzo de los trabajadores.

¿Hay solución?

El Ministerio debería convocar más plazas de Pediatría porque ahora mismo hay puestos que están ocupados por médicos de familia, pero es complicado.

¿Cómo ve la asistencia médica en la ciudad?

De primera categoría. La gente debe ver que ser médico lleva detrás un esfuerzo y un trabajo casi de élite. Se superan exámenes de una dificultad máxima hasta llegar al puesto de trabajo y eso apenas se aprecia, aunque los ciudadanos suelen tener buena opinión de los médicos.

¿Qué ha supuesto para el casco el nuevo centro de salud?

Ha sido un cambio a mejor al 100%. El anterior edificio ya era cutre, con consultas pequeñas y mal distribuidas. Las condiciones ahora son muy diferentes y el trabajo se puede hacer mucho mejor. Fue como cambiar una chabola por un palacio.

Por sus manos habrán pasado la mayoría de los niños del centro...

Somos dos pediatras aquí, pues la mitad los he atendido yo. Incluso ahora se da la curiosidad de que he atendido a tres generaciones de una misma familia. Y es una satisfacción cuando, ahora que me jubilo, niños a los que atendí que ahora son padres y traen a sus hijos, te reconocen el trabajo de todos estos años.

Hoy es su último día, el domingo cumple los 65 años y se jubila... ¿Qué plan tiene para mañana?

Echaré de menos esto, claro, pero creo que mi vocación ya está cumplida. Ahora, espero vivir muchos más años y me dedicaré a ser el pediatra de los niños de mi familia y de mis amigos. Me gustaría seguir ayudando a los pequeños que lo necesiten de manera altruista, pero en España, cualquier niño tiene derecho a la atención sanitaria.