Adela Ros pensaba que podía disponer de los 134.000 euros que tenía en el banco gracias a una herencia de su padre hasta que a su hijo, Pedro Arribas, se le ocurrió preguntar en la oficina de la caja donde los invirtió y descubrió que el dinero se había esfumado. La entidad los usó para invertir en bonos de Lehman Brothers y, cuando quebró, no se responsabilizó de esta cantidad. Desde ese momento, Adela no pisa la oficina. Se sintió estafada. Asegura que cuando acudió con el dinero al banco dejó bien claro que no quería que el capital corriera ningún riesgo. Pese a ello y a reclamarlo insistentemente, llegó a dar el dinero por perdido. Hasta que se enteró de que una amiga, Isabel Alcaraz, recuperó su dinero tras pasar por una situación similar. De inmediato, se puso en contacto con ella y le pidió el teléfono de su abogado, Jaime Navarro.

Ahora, su cara refleja una alegría similar a la de quien le ha tocado la lotería, pese a que lo único que ha conseguido es recuperar lo que era suyo. «Me sigo fiando de los bancos, pero ya no tanto como antes», sostiene.

Adela dice que este episodio se lo ha hecho pasar muy mal y confía en que su experiencia sirva para que no engañen a nadie más. Por eso, se ofrece a ayudar a todo el que la requiera y atiende con amabilidad a los muchos medios de comunicación nacionales que quieren contar su historia.

«Hay mucha gente que me pregunta qué pueden hacer para recuperar dinero que daban por perdido. Hasta una vecina de mi edificio ha venido a consultarme», relata Adela.