El chiringuito… el chiringuito…, ¿a que esto les suena de algo? ¿Quizá a la archiconocida melodía del archiconocido rey de la canción del verano, Georgie Dann? Pues no se equivocan, pero la verdad sobre el chiringuito la expresa así de bien Nacho Rodríguez: «El término chiringuito tiene mala fama. Bueno, en general, cualquier cosa relacionada con el turismo de masas termina cogiendo un matiz cutre. Para muchos, chiringuito es sinónimo de pescaíto mal frito, de paella con el arroz pasado, de mayonesa sospechosa, de gente comiendo sin camiseta y todo un rosario de imágenes negativas. Y, si encima, Georgie Dann les hace una canción, eso no ayuda mucho a limpiar su imagen: ´Está el menú del día: conejo a la francesa, pechuga a la española y almejas a la inglesa´»

Él se refiere a la zona de las playas de Málaga, aunque la Ley de Costas y sus sucesivas interpretaciones les ponen contra la espada y la pared todos los inviernos. Sin embargo, el chiringuito sale a flote todos los veranos. Ahora se llevan espacios que siguen la moda de Ibiza y la estética asiática. El color blanco domina en muchos de estos nuevos restaurantes de playa, con espléndidas camas balinesas en lugar de tumbonas. Un concepto de almuerzo ligero y saludable ha reemplazado a la fritanga y el plato combinado; el tinto de verano ha dejado de ser el rey, a favor de mojitos y otros cócteles caribeños. Nuestros chiringuitos en la costa de la Trimilenaria son distintos, desde Apalanque, Vivero, Malvasía Beach, El de Mauri…

El origen de la palabra chiringuito es muy curioso. Proviene de los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar en Cuba durante el siglo XIX. En los descansos de sus duras jornadas de trabajo, solían tomar café, que preparaban presionando una media llena de dicha sustancia, de la que salía un chorro fino de líquido al que llamaban chiringo. Con el tiempo crearon el diminutivo que terminó designando a los quioscos improvisados, hechos con cañas y hojas, en los que tomaban su descanso y su café: «Vamos al chiringuito». En 1913 abrió El Chiringuito, un bar en la playa de Sitges. El intelectual César González Ruano, que escribía a diario en una de sus mesas, fue el que bautizó el local como homenaje a sus viajes por la isla de Cuba. De ahí se extendió el uso de la palabra hasta la actualidad.

En lo referido a tapeo, también los hay buenos de verdad, como el Malvasía Beach, del grupo de los hermanos Montiel, donde la calidad se complementa con el buen precio, dando un resultado óptimo para el consumidor, y donde se pueden degustar patatas cinco sabores, tomate de Mazarrón con ventresca, pulpo al estilo Cabo Palos, boquerón Frito o montaditos mini en 10 sabores, con cañas muy bien tiradas y vinos en su justa temperatura, bajo la perfecta dirección de Daniel Sánchez Hernández, Maria Dolores en cocina, y el resto de su equipo, que te hacen pasar una noche de ensueño, tanto por lo gastronómico como por el ambiente que te rodea, con el Mar Menor de fondo, contemplando el reflejo de los edificios sobre sus aguas. Y, después de una buena cena informal, llega ´el mundo del hielo´, y este chiringuito tiene dos rincones: el del mojito y el del gin tonic. El gallego Manel Aneiros, nos puso al día sobre la bebida caribeña. El templo del mojito es La Bodeguita del Medio, fundada en 1942, un típico restaurante de La Habana que se ha hecho famoso por elaborar los mejores combinados del mundo. Esta es su fórmula: dos cucharaditas de azúcar, media lima, dos ramas de hierbabuena, nueve centilitros de agua con gas, 4,5 centilitros de ron añejo blanco y cubitos de hielo. Se coge un vaso cilíndrico y se introduce el azúcar y el jugo de lima, que tapará el azúcar. Se introducen las ramas de hierbabuena sin quitar el tallo, ya que es este el que aporta aroma y frescura. Se añade el agua con gas o soda. Se macera bien con el palo de un mortero, para que la hierbabuena suelte el jugo característico y se mezcla todo. Se añade el ron y se termina con los cubitos y una pajita para servir. En Cuba, nunca utilizan el hielo picado porque rebaja mucho el cóctel, y la intención es refrescar, no aguar. Aunque Dani, que, entre otras cosas, es un profesional en coctelería desde aquel pub Sibelius en el corazón de la Trimilenaria en los años 70-80, nos recordó que, para romper con el limón, es mejor un licor de Naranja Federica, del que cuentan que surgió de la fusión del Limoncello y las naranjas valencianas.

Estando tomando mojitos y Arancello, llegaron tres ejecutivos en bermudas, con pelucos de alto standing, móviles súper de súper y colonia de Loewe y, en voz bien alta, preguntaron si tenían Dom Perignon. Dani les preguntó si Vintage u Oenotheque, que cuesta 500 voladores, y lo pidieron. Después, tras 15 minutos escuchando sus planteamientos, Arturo Arrasola, empresario vasco, hombre sencillo, pero líder en su sector, no se pudo reprimir, y nos dictó el decálogo del anti-ejecutivo: 1. soberbio, nunca se equivoca; 2. no escucha, solo habla; 3. promete y no cumple; 4. deja escapar a buenos profesionales; 5. apático, sin entusiasmo; 6. excesivamente conservador en las decisiones; 7. tiene visión, pero carece de calidad moral; 8. poco imaginativo; 9. no desarrolla a sus subordinados; 10. No consigue resultados.

Termino con palabras de Dominique Lapierre, ciudadano de Calcuta: «Todo lo que no se da, se pierde».