Le decía una corredora a otra mientras subía el castillo de Galeras, cuando aún faltaban alrededor de 14 kilómetros para el final de la carrera. «Que sepas que yo el lunes no voy a spinning». Que sepas, querida rutera, que te lo has ganado, que no hace falta que te metas el lunes en el gimnasio a quemar calorías porque ayer quemaste las de toda la semana. Otro corredor, mientras bajaba con su amigo el castillo de la Atalaya, bajo la lluvia y el viento y las piernas en huelga, hacía de improvisado periodista. Su amigo, todo paciencia, aguantó la broma. «Bueno, aquí estamos con Antoñico», relataba a modo de entrevista. «Entonces, has decidido ya que el año que viene no participas en la Ruta, verdad», a lo que Antoñico decía. «Claro que voy a participar».

Alguna vez lo he escrito en esta contracrónica que vengo haciendo en los últimos años. Creo que la Ruta de las Fortalezas se convierte en un esfuerzo sobrehumano para gente de a pie, de la calle, que entrena, como decía otro chaval, de noche, cuando sale del trabajo o bien temprano, con las primeras luces del día, antes de empezar la jornada.

Decía el psicólogo y lingüista americano Jhon Grinder, que 'Cualquier cosa a lo que uno se resista, persiste'. Pues los participantes, además de su medalla, su diploma y su experiencia, se llevan para ellos un acontecimiento que dejará una huella indeleble en sus vidas.

Resistir hasta la extenuación, y un poco más. Eso pensé mientras trataba de llegar a casa después de acabar mi participación en esta décima edición. Creo que, como le habrá ocurrido a la gran mayoría de los corredores, no hubo kilómetro que no dijera 'aquí me paro, que le den a la Ruta'. Sin embargo, algo nos mueve a los seres humanos por dentro que nos hace ser capaces de aguantar más y más, aun sabiendo que tu cuerpo hace ya mucho tiempo que dijo que esto no es normal.

Los organizadores de la Ruta de las Fortalezas tratan de ponérselo difícil a los más de 3.800 inscritos. Este año era un kilómetro más para las piernas de los corredores. Pero ni con esas, ni con un infierno en forma de subidas y bajadas constantes que lo normal es que dejaran un reguero de participantes repartidos por el suelo de todo el recorrido. Pero no, cuanto peor, mejor, como diría el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy.

Y no he hablado del tiempo durante la jornada. Que si un sol espléndido, luego aparece el viento para complicar un poco y, para culminarlo, llega la lluvia que nadie esperaba ya, para hacer un poco más peligrosa las bajadas. Sin embargo, a la gente le ha parecido estupendo eso de que el sol no haya castigado tanto como otras ocasiones, lo que ha supuesto que mucha gente haya salido incluso más satisfecha que en otras ediciones.

Quiero, por último, destacar la planificación en el recorrido de este año, con la variante de Sierra Gorda, donde se compartía parte del recorrido para subir y bajar. Esto evitó atascos como los del año pasado, agilizó la carrera y aunque por momentos parecía una carretera en hora punta, ayudó a que nadie se quedara tirado en medio del monte.