El auxilio a la biodiversidad será clave en toda estrategia a largo plazo para contener pandemias, porque la salud humana y el ecosistema están "más interconectados de lo que se pensaba", afirma la directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen.

En plena propagación de la COVID-19 que mantiene en jaque al mundo, la jefa de la agencia de la ONU encargada de velar por el medio ambiente, con sede en Nairobi, insta en una entrevista con Efe a que los países trasladen las lecciones frente a "esta devastadora emergencia médica" una vez superada, a la crisis climática que, asimismo exige "una solución global".

"Necesitamos avanzar hacia un futuro más limpio y verde", asegura la economista y ecologista danesa, anteriormente directora de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, sus siglas en inglés) y vicepresidenta para el Desarrollo Sostenible en el Banco Mundial (BM), entre otros cargos directivos en esta entidad.

Ante el impacto de la actual crisis sanitaria ¿cuáles son las prioridades del PNUMA?

Nuestra prioridad inmediata es hacer frente a la devastadora emergencia médica que nos afecta a todos. Está claro que tendrá consecuencias económicas y sociales profundas y duraderas en todos los rincones del mundo. Pero si hay una lección que podemos aprender de la COVID-19 es que la salud humana y la salud del ecosistema están más interconectadas de lo que hubiéramos pensado. Por tanto, cualquier estrategia a largo plazo frente a las pandemias mundiales será abordar y detener la pérdida de hábitat y biodiversidad, además del comercio ilegal de vida silvestre y los mercados de animales ilegales. El sesenta por ciento de las enfermedades infecciosas son de naturaleza zoonótica (se transmiten entre animales y humanos). Creo que los gobiernos están comprendiendo que la administración y gestión sostenible de la naturaleza serán esenciales para el futuro.

¿Confía en que esta crisis abrirá los ojos a los gobernantes para dirigir sus políticas hacia compromisos más sostenibles?

Vivimos tiempos inciertos y sin precedentes. Los primeros paquetes de estímulos aprobados por los gobiernos en las últimas semanas (frente a la crisis del coronavirus) se han centrado en gran medida en la inmediatez, como la desgravación fiscal en casos de despidos y apoyo a las pequeñas empresas frente a la desaceleración. Una segunda fase de incentivos económicos podría dirigirse a la reconstrucción de infraestructuras, y posiblemente una tercera, según se vaya activando el crecimiento, para nuevas infraestructuras y sectores impulsores del mismo. Ahí es donde surge una verdadera oportunidad para dar el salto hacia inversiones más ecológicas, limpias y sostenibles. De hecho, el secretario general de la ONU ha hecho un llamamiento a una economía diferente, en donde las finanzas y la acción fomenten empleos y crecimiento verdes. Una nueva reconstrucción brinda la oportunidad real de avanzar hacia inversiones verdes, como la energía renovable, la vivienda inteligente, contratación pública ecológica, transporte público, todo ello en el marco de unos principios y estándares de producción y consumo sostenibles.

Las emisiones globales de efecto invernadero están cayendo en picado en el mundo por el parón de la actividad económica y por el confinamiento de la población para frenar el coronavirus ¿cuál podría ser el impacto ambiental?

El impacto más palpable y beneficioso está siendo la mejora de la calidad del aire en las ciudades. También se están reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, pero son efectos temporales, debidos a la trágica recesión económica y el desamparo humano (de la crisis sanitaria). Esta reducción temporal (de las emisiones) no debe ser motivo de celebración por el movimiento ambientalista, con mil millones de personas encerradas y millones de seres humanos sumidos de nuevo en la pobreza.

¿Confía en que esta reducción de las emisiones contribuirá a mejorar el clima del planeta?

Los niveles de CO2 en la atmósfera continúan creciendo a pesar de las menores emisiones porque el impacto de la caída no es inmediato. El dióxido de carbono tiene una vida no lineal en la atmósfera. Esta larga vida útil significa que las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico no disminuirán por cambios a corto plazo en las emisiones. De hecho, las concentraciones atmosféricas de CO2 continuarán aumentando. Según el Instituto Scripps de Oceanografía (Estados Unidos), el uso de combustibles fósiles debería disminuir aproximadamente un 10 por ciento en todo el mundo y habría de mantenerse durante un año la tendencia para que se apreciara claramente en los niveles de dióxido de carbono.

¿Se han vivido momentos similares de descensos tan drásticos de las emisiones en otros momentos recientes de la historia?

A lo largo de los años, hemos visto ejemplos de situaciones en las que las emisiones disminuyeron temporalmente en momentos de recesión económica, aunque subieron luego de nuevo. En este momento, sin cambios fundamentales en la producción mundial de energía, no tenemos motivos para pensar que esta reducción repentina (de emisiones) se traduzca en una tendencia sostenida a largo plazo o socialmente justa. Según el Informe de brecha de emisiones del PNUMA en 2019, la realidad es que debemos reducir las emisiones globales un 7,6 por ciento cada año la próxima década para limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados centígrados, en línea con el Acuerdo de París. Esto requiere que todos los países del mundo intensifiquen cinco veces la acción climática, y actualmente no se negocia bajo esa premisa que es la base del futuro que queremos.

¿Es posible mitigar el impacto del cambio climático de alguna manera?

Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas solo en el caso de una eliminación prácticamente absoluta de las emisiones, la concentración atmosférica de CO2 podría estabilizarse a un nivel constante. Todos los demás casos de reducciones moderadas de emisiones de CO2 muestran concentraciones crecientes (en la atmósfera) debido a los procesos de intercambio asociados con el ciclo del carbono en el sistema climático.

¿Teme que los gobiernos pudieran dejar atrás sus actuales planes de descarbonización para acelerar la salida de la actual crisis derivada del coronavirus y volver a tender la mano a las energías contaminantes?

Dudo que los países abandonen sus planes de energías renovables y otras inversiones ecológicas. Sin embargo, reconozco que en el caso de varias economías con dificultades podría discutirse sobre el momento a partir del cual eliminar gradualmente las formas de producción aún altamente contaminantes. Dado que el mundo ha visualizado un terrible futuro a través de la lupa del coronavirus, espero que los tomadores de decisiones y los inversores comprendan que nuestro planeta, en un escenario de tres a cuatro grados (más de temperatura) nos llevaría hasta un nivel completamente distinto de incertidumbre respecto al que muestra la actual crisis sanitaria. Así que confío de verdad en que los tomadores de decisiones continúen cumpliendo con los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París. Como se está aprendiendo, en una pandemia no hay soluciones individuales, solo globales. Y esto es igual con el cambio climático, solo tiene una solución global.

¿Cómo considera que deberían afrontar los países el futuro ambiental del planeta teniendo en cuenta las lecciones aprendidas con la COVID-19?

El confinamiento humano no puede ser la solución a los desafíos ambientales que enfrentamos. La gente necesita trabajar, los niños ir al colegio, etc. Las soluciones ambientales de nuestras ciudades están en la economía circular, infraestructuras inteligentes, energía limpia, edificios eficientes energéticamente, transporte público y similares. Según el Banco Mundial, hoy en día, más del 50 por ciento de la población vive en zonas urbanas. Para 2045, la población mundial en las ciudades aumentará 1,5 veces hasta 6.000 millones. Las ciudades son la clave del crecimiento sostenible. Por eso, necesitamos avanzar hacia un futuro más limpio y verde.