Para revertir la situación planetaria actual, bastaría con que los habitantes del mundo occidental abandonaran conductas totalmente nocivas que adoptan en su actividad diaria. Reducir la cantidad de residuos que generamos (comprando de forma más sostenible), usar menos energía eléctrica, dosificar el transporte que emite CO2 y comer de forma más saludable ayudan a nuestra salud y al planeta.

El futuro del planeta depende de la responsabilidad de todos y cada uno de sus habitantes, especialmente de los del mundo occidental, que son aquellos con una mayor huella ecológica (impacto medioambiental) por sus hábitos de consumo. Los pequeños cambios son poderosos, y hay muchos por donde empezar. Estos son algunos:

Informarse más. Para adquirir conciencia de un problema, hay que estar informado. Vivir en las tinieblas de la ignorancia equivale a formar parte del problema. Los medios de comunicación difunden continuamente todo tipo de noticias sobre lo que está sucediendo con el planeta. No hay que ignorar esas noticias, porque hablan de lo que nos pasará a todos nosotros, incluyendo nuestras propiedades y negocios en un plazo de tiempo no muy largo. La crisis climática no es algo lejano ni extraño a nosotros.

Reducir, más que reciclar. Los residuos que generamos y luego depositamos en los contenedores amarillos no siempre acaban reciclándose. Por el contrario, y debido al caos que aún impera en el mundo del reciclaje, nuestra basura de plástico pueden acabar contaminando un río de Vietnam. Toneladas de residuos salen de España rumbo a Asia para ser reciclados, pero nunca llegan a serlo. De modo que lo fundamental es reducir la cantidad de residuos que se generan. La mejor basura es aquella que no se produce. Basta vigilar qué compramos.

Menos coche, menos avión. Si vamos a comprar un coche, que sea eléctrico (ya los hay a precios más o menos razonables y de autonomía suficiente), pero si va a ser de gasolina, vigilar qué modelo tiene menos emisiones y consumo. En todo caso, seguro que hay alguna línea de autobús que nos permite dejar el coche aparcado casi todos los días. Descartar totalmente las vacaciones en crucero, son grandes contaminantes, no solo del aire, sino también del mar. En cuanto al avión, pensar si hay alternativas en tren antes de tomar uno.

La luz, con empresas verdes. Frente a las compañías eléctricas tradicionales, empiezan a surgir otras que suministran luz a los hogares a partir de fuentes limpias. Cuesta lo mismo y ofrecen el mismo servicio de siempre, pero con ellas no contribuimos a financiar unas empresas que basan su funcionamiento en los combustibles fósiles. En todo caso, para casas de campo, edificios aislados o pequeñas empresas, la energía solar es la mejor alternativa. Cada vez es más barato y eficiente. Y, por supuesto, hay que ahorrar consumo en el día a día, apagando las luces que no necesitamos y usando electrodomésticos de bajo consumo.

Reducir el consumo de carne

Menos carne. La ganadería industrial es uno de los principales contaminantes del planeta, sobre todo por la cantidad de CO2 generado para deforestar bosques destinados a cultivar plantas para piensos. Además, el impacto sobre la salud humana de una dieta excesivamente carnívora, así como el sufrimiento animal en este tipo de industrias son otros motivos para variar la dieta. No es preciso convertirse en vegano, pero sí hacer de la carne un alimento ocasional, no permanente.

Guerra a los plásticos. Al ir a comprar, hay que optar por lugares donde vendan la fruta y las verduras a granel, sin plástico. Del mismo modo, hay que desterrar los productos de un solo uso (vasos, pajitas, toallitas húmedas...), pues son una fuente continuada de residuos. Casi todos los productos de plástico que compramos existen fabricados en otros materiales más sostenibles. Por supuesto, no aceptar nunca bolsas de plástico. Lleva tu propio cesto al super.

Alimentos ecológicos. Hay que dar prioridad a los alimentos de kilómetro cero, es decir, aquellos producidos en nuestra propia comarca o provincia, pues su comercialización supone menos transporte y, por tanto, menos emisiones de contaminantes a la atmósfera. Dado que suelen ser productos de temporada, son también más saludables. Y, siempre que sea posible, optar por productos de agricultura ecológica (fijarse que lleven el sello oficial), porque no se han empleado pesticidas ni otras sustancias tóxicas. Mejorará nuestra salud y nuestro medio ambiente. En todo caso, evitar los sobreenvasados plásticos.