Dos murcianos vuelven arruinados de Italia después de ahorrar meses: "No caigan, por favor"
Cuentan lo que ocurrió para que sirva de aprendizaje a todo el mundo

Turista en Roma
Ahora que media España comienza sus esperadas vacaciones de Semana Santa, vuelve a ponerse sobre la mesa una de las historias más impactantes (y comentadas) que se han producido en los últimos tiempos.
Lo que para muchos puede sonar a comedia de enredo en realidad encierra un mensaje de prudencia que conviene recordar antes de hacer las maletas. Porque más allá de las risas que pueda provocar esta anécdota, hay un aprendizaje valioso que merece calar hondo en todos los rincones de la sociedad.
Cuando uno se va de viaje, sobre todo después de haberse esforzado durante semanas para ahorrar cada euro, es habitual que se baje la guardia con los gastos. La emoción de haber alcanzado el objetivo puede hacer que se pierda el control del gasto con más facilidad. El problema llega cuando ese impulso se combina con desconocimiento del lugar, barreras idiomáticas o, directamente, personas que se aprovechan de la situación.
El caso de dos jóvenes murcianos, Adrián y su amigo Manolo, se ha convertido en un ejemplo casi de manual: los dos trabajaron durante un mes entero recogiendo fruta y limpiando en Murcia, hasta reunir unos 950 euros cada uno con el objetivo de premiarse premiarse con dos semanas de vacaciones en Italia, concretamente en Roma.
Pero todo se torció en la segunda noche. Según relatan ellos mismos en una reseña publicada en Google, mientras paseaban por la capital italiana, un hombre vestido de traje los los invitó a entrar a un club donde, según él, había “chicas muy guapas”. Lo que parecía una copa tranquila y sin más acabo siendo una noche que no olvidarán fácilmente.
Y es que ya dentro del local, la atención de las camareras fue suficiente para que empezaran a consumir sin freno y entre tragos, bailes, besos y conversaciones cargadas de aparente complicidad, perdieron la noción de cuánto estaban gastando hasta que al día descubrieron que su cuenta bancaria había quedado completamente vacía.
El desglose de la factura fue demoledor: cuatro botellas de Moët y seis horas de servicio privado de baile. Una cifra desorbitada para la que ni siquiera tenían suficiente efectivo en el momento. Dos días después de llegar a Italia, tuvieron que regresar a España pidiendo dinero a la madre de Manolo, según ellos mismos relatan, y pidiendo a todas las persnas que “no caigan, por favor” como les ocurrió a ellos.
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