Si uno hace repaso de su vida, analiza de quiénes se ha rodeado, probablemente se dé cuenta de que habrá escogido a la mayor parte de personas que tiene cerca: pareja, familia, amigos… todos han pasado un filtro definitivo, familia incluida, para quedarse cerca suya.

Por el contrario, existe otro buen puñado de personas que por una razón u otra no ha acabado formando parte de su vida.

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Piense ahora en ese último grupo. Más concretamente en todos aquellos con los que no acabó de surgir ni la chispa ni «la magia».

Relaciones que acabaron en la nada más absoluta por falta de feeling. Relaciones que ahora, gracias al avance de la tecnología, podría convertir usted, o la otra persona, en amistades puras y duraderas.

Más bien duraderas.

Un cambio de paradigma gracias al desarrollo de una tecnología cerebral que podríamos utilizar para hacer amigos, por así decirlo.

Todo parte del cerebro, obviamente, de Mingzheng Wu, un estudiante de posgrado de la Universidad Northwestern, en Evanston, Illinois (Estados Unidos).

Wu ha logrado con su tecnología, y después de años de investigación, que los cerebros de dos ratones se alineen de tal manera que sean capaces de trabajar en sincronía y de relacionarse como dos buenísimos amigos.

Todo gracias a un pequeño dispositivo implantado en su cerebro que al activarlo pone en marcha una serie de funciones cognitivas que provoca esa alineación.

La herramienta involucra optogenética a través de un pequeño LED implantado en el cerebro del animal que es capaz de activar esas funciones. Otra diferencia sustancial con respecto a investigaciones previas es el hecho de que esta herramienta es controlada de forma remota sin necesidad de cables, no como las anteriores, por lo que los ratones pueden moverse del mismo modo que lo harían sin llevar ese dispositivo implantado.

Un hallazgo de gran valor científico no solo por lo que supone en términos de análisis y conocimiento del cerebro, al que según dicen los expertos «debemos empezar a mirar como un todo para poder desentrañarlo», si no también por las posibles aplicaciones médicas y clínicas que tiene este desarrollo.

El estudio, una complejísima investigación en bioingeniería, se produce después de dos décadas de análisis y ensayos sobre la sincronía cerebro-cerebro en las personas. Ahora ha sido publicado en la revista científicaNature Neurosciece.

Cómo funciona en ratones

Fue justo antes del cierre de Estados Unidos a causa de la pandemia de COVID-19, en el mes de marzo del pasado año 2020. Mingzheng Wu colocó la parte frontal del cerebro de dos ratones (macho) un dispositivo de luz azul que fue capaz de activar una pequeña parte de la corteza provocando que sus neuronas se dispararan.

Se logró registrar la sincronía cerebral en una parte del cerebro llamada corteza prefrontal media, relacionada con diferentes comportamientos sociales.

Sucedió entonces un fenómeno que podría estar relacionado con las neuronas espejo. Y es que, ciertas de esas neuronas siguieron funcionando de un modo normal, la actividad de otro grupo se correlacionaba con la forma de comportarse del otro animal y un tercer grupo acababa por responder del mismo modo en ambos ratones.

Con ese movimiento desde el teclado de su ordenador, lo que el investigador de la Universidad Northwestern consiguió fue poner en completa sincronía a parte de los cerebros de ambos ratones.

Fue cuestión de minutos que desapareciera cualquier tipo de animadversión mostrada anteriormente. Se aferraron la una a la otra de un modo realmente increíble.

Su aplicación en humanos

Más allá de la hipotética posibilidad de hacer amigos a golpe de teclado, con dispositivo cerebral mediante, está claro, este avance científico puede tener múltiples aplicaciones vinculadas al ser humano.

Puede ayudar a tratar diferentes trastornos que van desde la ansiedad, por ejemplo, en su tipo social, hasta la conocida ahora como fatiga pandémica.

Existen otras conexiones cerebro-cerebro que han sido detalladas con anterioridad en numerosas revistas científicas, como las intrigantes ondas de sincronía cerebral estudiadas por el fisiólogo social de la Universidad de Montreal (Canadá) Guillaume Dumas.

Dumas fue capaz de demostrar en 2010, mediante electrodos ubicados en el cuero cabelludo de sus pacientes, que las ondas cerebrales de dos personas se acoplaban mientras imitaban de forma espontánea el movimiento de manos del otro.

Está ampliamente demostrado que cuando interactuamos con otro debemos realizar un esfuerzo notable para retroalimentarnos y mediante atención, predicción y reacción poner a trabajar del mismo modo ambos cerebros.

Una sincronía, que, de ser espontánea, depende de la relación que tienen esas dos personas. Están condicionadas en gran medida por ese componente subjetivo.

Sin embargo, de poder aplicarse en humanos, con el dispositivo de Mingzheng Wu se logra ahora demostrar que es posible conectar dos cerebros de un modo rápido y sin necesidad de que exista vinculación previa alguna.

Toca ahora al equipo de la Universidad Northwestern seguir estudiando y analizando resultados para dar con un desarrollo definitivo de esta herramienta que permita esa conexión total cerebro-cerebro.