La invasión de Irak, de la que se cumplen diez años, causó una fractura sin precedentes en las relaciones transatlánticas y dentro de la Unión Europea, y planeó sobre los peores atentados terroristas sufridos en Europa.

EEUU tuvo que recurrir a una coalición de voluntarios al margen del Consejo de Seguridad de la ONU para llevar a cabo su guerra preventiva contra Irak, país al que acusaba de tener armas de destrucción masiva, un extremo que la CIA desmintió después del conflicto.

Washington se tomó como una afrenta que los gobiernos de países amigos como Francia y Alemania, importantes miembros del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), no secundaran la guerra e insistieran en dar más oportunidades a los inspectores de armas enviados a Irak bajo la resolución 1.441 de la ONU.

El principal exponente de esa crispación fue el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, quien en enero de 2003 desató las hostilidades verbales contra los europeos diciendo que Francia y Alemania eran cosa del pasado. "Ustedes piensan en Alemania y Francia como si fuera Europa. Yo no. Creo que esa es la vieja Europa", dijo Rumsfeld.

En la "nueva Europa" estaban el Reino Unido, España, Italia, Polonia y los demás países del Este del continente, que se alinearon con el argumento de Washington de que Sadam Husein era una "amenaza inminente" para el mundo y había que acabar con él.

El 30 de enero de 2003 se difundió la llamada "carta de los siete", en la que los jefes de gobierno de España, el Reino Unido, Italia, Portugal, Hungría, Dinamarca y Polonia, a la que se adhirió después la República Checa, se desmarcaban de la postura común europea para apoyar al presidente de EEUU, George W. Bush.

Esta división también causó la mayor crisis en la historia de la OTAN, donde fueron necesarias arduas negociaciones para que finalmente Alemania y Bélgica - Francia entonces no formaba parte de la estructura militar de la OTAN - aceptaran a regañadientes el despliegue de aviones AWACS en Turquía para prevenir un hipotético ataque desde la vecina Irak.

Sin embargo, los tres países suscribieron una declaración común en la que si bien se comprometían a respetar las obligaciones de la OTAN de defensa de uno de sus miembros, en particular Turquía, reafirmaban su objetivo de un "desarme completo y efectivo de Irak en el marco de la resolución 1.441 de la ONU".

Washington, que había prometido "ignorar a Alemania y castigar a Francia", impuso sanciones económicas contra París y dejó también a países como Alemania, Rusia y China inicialmente fuera de los contratos de reconstrucción de Irak.

Mientras, la indignación de los ciudadanos estadounidenses se tradujo en un boicot a los productos franceses y en el simbólico cambio del nombre de las famosas "french fries" (patatas fritas) a "freedom fries" (patatas de la libertad).

Los líderes europeos y Bush escenificaron el fin formal de sus diferencias sobre la guerra de Irak en la cumbre de la OTAN de febrero de 2005 en Bruselas, en la que Bush proclamó que la división "ha quedado atrás, se acabó".

Las heridas en las relaciones transatlánticas se han curado tras la llegada a la Casa Blanca en 2009 del presidente Barack Obama, que, sin embargo, ha dado prioridad a Asia en su política exterior.