El descalabro sufrido por Samsung con su Galaxy Note 7 y el culebrón provocado durante las últimas semanas debería obligar al gigante coreano a replantearse su estrategía de móviles, al menos en lo que a la gama alta se refiere.

Queda claro que el problema se ha producido por el lanzamiento de un producto -el Galaxy Note 7- que no había sido suficientemente probado -o al menos no se probó a fondo-, lo que provocó la ignición de numerosos móviles a lo largo y ancho de todos los países en los que se lanzó. El motivo de tales prisas no fue otro que adelantarse al lanzamiento del gran competidor de Samsung, Apple y su iPhone, cuya puesta de largo se produce desde hace años durante la primera quincena de septiembre. El año pasado Samsung se adelantó con el Note 5, pero en aquel caso los móviles no se incendiaron.

Tras el fiasco, a Samsung le quedan dos opciones: seguir como hasta ahora y arriesgarse a que el desastre se reproduzca el próximo año, o eliminar una de sus dos familias de dispositivos de gama alta, ya sea la Galaxy S o la Galaxy Note.

A tenor de lo ocurrido recientemente lo lógico sería pensar en que la línea Note podría ser sustituida por un Galaxy S de mayor tamaño, similar al Plus que ya vimos el pasado año y en la línea de lo que hace Apple con su iPhone. Pero lo cierto es que el Note y su lápiz interactivo ofrecen funcionalidades que son realmente sorprendentes, por lo que sería una pena que se perdiera tanta innovación.

Quizás la solución pasa por un nuevo teléfono inteligente, en dos tamaños -normal y Plus- en el que el stylus fuera parte fundamental de su funcionamiento. Sin duda sería todo un reto para Samsung, pero no cabe duda de que estaríamos ante un dispositivo totalmente nuevo que como mínimo haría que muchos olvidaran el fiasco del Note 7.

La estrategia del "borrón y cuenta nueva" en la gama alta de la telefonía móvil podría funcionarle a Samsung, pero para ello debería liquidar uno de sus dos teléfonos premium. Yo, personalmente, me quedo con el Galaxy S.