El cáncer de mama ha sido en los últimos 30 años el cáncer, creo yo, el que más interés suscitó en los investigadores, sobre todo en el ámbito de la prevención, pero también en el tratamiento. Se merece atención porque es el más frecuente en las mujeres y porque durante el siglo pasado aumentaba año a año de manera inquietante en los países occidentales.

Parecía que no había manera de pararlo porque no conocíamos bien los factores de riesgo que lo estaban produciendo. Tenía que haber algo ambiental puesto que en los países pobres apenas había cáncer de mama y en los ricos las inmigrantes en dos generaciones tenían la misma tasa que las autóctonas.

Pronto se supo que la edad de la menarquía es determinante. Al final del siglo XX ocurría a los 12 o 13 años mientras que a principios de siglo la mitad de las mujeres no la tenían hasta después de los 16 años. La pubertad es cada vez más temprana probablemente por los cambios nutricionales. Comer más proteínas y grasas también nos hizo más altos. En España todavía no hemos alcanzado la estatura máxima. En otros países occidentales ya hace años que la altura media no crece. Curiosamente, ser más alta comporta más riesgo para el cáncer de mama.

No se sabe muy bien por qué, quizá tenga que ver con una mayor exposición a hormonas de crecimiento como la insulina, el factor de crecimiento de la insulina 1 y la propia hormona del crecimiento. Por cada 5 cm de altura que se ganan se incrementa el riesgo en un 11%, pero solo del cáncer de mama postmenopáusico. También son las hormonas, en este caso, los estrógenos, las que se cree que elevan el riesgo relacionado con la pubertad precoz. La teoría es que esas mamas se someten antes a la influencia hormonal, cuando todavía las células son más frágiles.

El peso también está relacionado con el desarrollo de las células cancerígenas, y con ello la alimentación. Ya son muchos los estudios que demuestran que las mujeres obesas tienen más riesgo de cáncer de mama, nuevamente postmenopáusico. La primera hipótesis es que se debe a un baño hormonal mayor: las grasas producen estrógenos, además en la obesidad hay más hormonas que facilitan el crecimiento. Otra razón contribuyente es la inflamación crónica que produce el sobrepeso. La inflamación se cree que es un factor de riesgo para muchos cánceres, de ahí el posible papel preventivo de los antiinflamatorios.

Para protegerse del cáncer de mama lo mejor es hacer una vida sana e higiénica. Dar de mamar es un buen consejo de salud y protege del cáncer de mama. También es buena idea, si se desea tener descendencia y se está en disposición, tener un hijo cuanto antes. Protege, creemos, porque esas mamas han madurado de manera que las células son desde entonces menos vulnerables.