Los seres humanos pueden tener la leche materna más compleja de todos los mamíferos: la leche de una madre humana contiene más de 200 moléculas de azúcar diferentes, muy por encima de la media de entre 30 y 50 que se encuentran en, por ejemplo, la leche de ratón o de vaca.

El papel de cada uno de estos azúcares y el por qué de los cambios en su composición durante la lactancia materna sigue siendo un rompecabezas para los científicos. Lo más probable es que esté vinculado al sistema inmunitario del lactante y el desarrollo de la microbioma intestinal.

Una revisión de aspectos que se desconocen y las diferentes funciones de la leche materna se publica este martes en 'Trends in Biochemical Sciences'. La leche materna es a menudo la primera comida de los lactantes, pero muchas de las moléculas de azúcar en la leche no están destinadas a alimentar al bebé.

Los bebés nacen estériles de bacterias en sus intestinos, pero a los pocos días tienen millones, y después de una semana presentan miles de millones. Los azúcares que provienen de la leche materna son generalmente los primeros compuestos que tienen estas bacterias para nutrirse, un almuerzo que se destina a cultivar especies bacterianas específicas.

"El primer impacto de la leche materna está favoreciendo la colonización del intestino por grupos específicos de bacterias que pueden digerir estas moléculas de azúcar", explica el coautor del trabajo Thierry Hennet, del Instituto de Fisiología de la Universidad de Zurich, en Suiza. "Los bebés no tienen la maquinaria para digerir estos azúcares por lo que van directamente dirigidas a las bacterias. Los niños son como un campo de siembra, y la leche materna es el fertilizante", añade.

La leche materna humana también ayuda a sentar las bases para el sistema inmunológico del recién nacido. Después del nacimiento, la leche es rica en anticuerpos y moléculas que frenan el crecimiento de bacterias dañinas y coordinan la actividad de glóbulos blancos.

De los azúcares iniciales a la grasa según el bebé crece

Después de un mes, cuando el niño comienza a desarrollar un sistema inmune adaptativo por su cuenta, la composición de la leche materna cambia y sus niveles de anticuerpos maternos caen más de un 90 por ciento. También hay una fuerte disminución en la diversidad de azúcares de la leche, lo que indica una menor selección de especies bacterianas. En su lugar, la leche materna humana madura tiene un mayor número de nutrientes de grasa y otros que apoyan el crecimiento infantil.

A pesar de las muchas funciones de la leche materna, los niños pueden crecer sanos con suministros limitados o sin haber sido expuestos, lo que plantea cuestiones controvertidas sobre qué es normal cuando se trata de la lactancia materna. La leche materna reduce la mortalidad infantil y disminuye significativamente el riesgo de un recién nacido de sufrir infecciones intestinales y de las vías respiratorias, pero hay poco consenso sobre los beneficios a largo plazo.

"Tenemos que tener cuidado al dar cualquier recomendación", señala Hennet, quien co-escribió el artículo con Lubor Borsig, también fisiólogo de la Universidad de Zurich. "Por un lado, la leche materna es el producto de millones de años de evolución y ciertamente posee los nutrientes óptimos para un recién nacido, pero la pregunta es: ¿cuánto dura el tiempo que el recién nacido necesita realmente este suministro? Creemos que las familias deben tomar esa decisión, y no los científicos", opina Hennet a este respecto.

Lo que los investigadores pueden hacer es seguir trabajando para entender el papel de todas las diferentes moléculas que componen la leche materna, algo que se ha vuelto mucho más fácil con los avances en las tecnologías de secuenciación de genes. En los próximos años se va a producir una nueva comprensión de las hormonas en la leche materna humana y el papel exacto de las poblaciones bacterianas que cultiva en el intestino del bebé.