Si el sexo es placer, desear y buscar con frecuencia relaciones sexuales equivale a desear y buscar el placer. Hasta cierto punto si. Pero en muchas ocasiones esta búsqueda puede volverse compulsiva llegando al punto en el que se sufre una alteración del estado de ánimo, de los hábitos y otras conductas cuando uno considera que no logra satisfacer su apetito sexual.

Decidí escribir este artículo porque cada vez nos encontramos con más pacientes que vienen al Instituto de la Pareja con esta sintomatología. En ocasiones viene la persona implicada por si misma y en otras viene acompañado de su pareja que le ha dado un ultimátum.

¿Cómo puede llegar una persona a ser adicta al sexo?

Miguel es un hombre casado con dos hijos y en paro. Empieza viendo pornografía en su ordenador cada vez que se masturba. Lo hace con más frecuencia cada día. Al principio se dice a si mismo que lo que hace es “lo más normal del mundo”, “todos los hombres ven porno”, “si lo que hago es masturbarme no hago daño a nadie”, etc. Llega a sentir que necesita algo más y accede a ir con prostitutas de forma impulsiva gastando el dinero que necesita para pagar el alquiler pero se dice a si mismo “toda la vida trabajando, merezco disfrutar”, “si pagas por sexo realmente no estás siendo infiel”, “todos los hombres tienen algún desliz”.

La adicción al sexo evoluciona de forma progresiva siendo marcada por una tolerancia cada vez mayor, una impulsividad mayor y una distorsión progresiva a nivel de pensamientos y creencias.

En este caso vemos como Miguel cada vez necesita más (tolerancia), controla menos (impulsividad) y se autoengaña para disminuir su disonancia cognitiva (distorsión).

¿Cuál es la diferencia entre una persona con un alto deseo o una adicción?

El síntoma básico de la adicción al sexo es la incapacidad de controlar el impulso sexual. Son capaces de sacrificar familia, trabajo, reputación, pareja, etc. El adicto al sexo siempre espera más y siempre siente menos. Es decir, cada vez tiene un deseo más irrefrenable y una mayor insatisfacción.

Como con otras drogas, sucede que haciendo lo mismo sientes menos y que para conseguir un resultado satisfactorio cada vez se necesita más. Con el alcohol sucede igual. Por ejemplo, si me bebo un par de cañas para “relajarme” un poco, después de un tiempo para conseguir el mismo efecto voy a necesitar algo más de dos. Pues con la adicción al sexo sucede exactamente igual, cada vez se necesita más para “sentir”.

A nivel bioquímico se producen cambios ante la posibilidad de tener sexo. Nuestro cerebro es programable para producir cambios que nos lleven a alcanzar experiencias placenteras. Básicamente aumenta la producción de dopamina, de serotonina, adrenalina y endorfinas. Y todo esto antes de que suceda nada. Por supuesto que todo nuestro organismo se verá impulsado a alcanzar el objeto de deseo, en este caso una actividad sexual.

Pero además de este impulso químico tenemos voluntad. Por eso somos capaces de decir que no a algo aparentemente deseable. Baste el ejemplo de una persona que se propone adelgazar y ante la deseable oferta de tomar una tarta de chocolate, es capaz de negarse. Si logra adelgazar sentirá una satisfacción mayor por haber logrado el objetivo.

Pero en ocasiones, el impulso vence al propósito de la voluntad. En estos casos se activará un mecanismo para restablecer el equilibrio que puede ser diverso. Pero una cosa es tener impulsos y otra distinta es estar "fuera de control". Cuando uno no tiene control sobre su impulso sexual, entonces, depende de él.

¿La adicción es el verdadero problema?

Muchas veces, una adicción es síntoma de otra carencia no cubierta de la persona, por ejemplo la soledad, una baja autoestima, la necesidad de control, una mala relación de pareja, etc. Por eso, es importante no sólo resolver la conducta adictiva sino las causas subyacentes.

Las decisiones que tomamos son fundamentales para lograr un cambio. Si no hacemos nada cuando nos encontramos mal, las cosas no mejorarán por si solas. Al contrario, puede que empeoren. Por eso, la voluntad de dar pasos en una dirección distinta es de vital importancia.

Quizás sea por eso por lo que muchos pacientes se encuentran un poco mejor después de haber llamado para coger cita en la consulta del psicólogo, porque han tomado la decisión de pedir ayuda. Decidir es cambiar, pero hay que saber decidir.