Estos días del año es necesario vigilar los excesos que pueden llevar a descompensar la tensión. Salvo en los casos más graves, la tensión alta se caracteriza por no mostrarse de manera evidente.

Si bien es cierto que hay factores que predisponen a la hipertensión y no está en manos de cada uno cambiarlos (como la herencia genética, la edad...), hay otros que sí se pueden modificar, como el estrés, el consumo en gran cantidad de ciertos alimentos, la falta de ejercicio físico y otros hábitos de vida. Esta es una síntesis de las medidas que se pueden adoptar para mantener la presión controlada.

Consumo de sal

El consumo de sal es necesario para el buen funcionamiento del organismo: hidrata y regula los fluidos corporales, mantiene el pH de la sangre y ayuda tanto a transmitir impulsos nerviosos como a la relajación muscular. Pero una ingesta excesiva de sal y el reducido aporte de potasio, características de la alimentación del mundo desarrollado, inciden negativamente en la tensión arterial. Es aconsejable un máximo de cinco gramos diarios para mantener los valores de presión arterial en niveles aceptables.

El gran problema no es tanto el gusto por comer salado como la sal oculta en la cesta de la compra. Un error generalizado es asociar la sal con el pan o el salero, cuando en realidad el 80% del aporte diario proviene de las conservas y los precocinados. Una apuesta segura es elegir alimentos frescos frente a los transformados, con mucha más sal porque a menudo es usada como conservante.