El ébola es una enfermedad considerada muy infectiva debido a su alta tasa de mortalidad, la rapidez con la que provoca la muerte y las zonas remotas donde se producen las infecciones.

Se transmite a los humanos a través del contacto con un animal huésped infectado vivo o muerto (murciélagos, antílopes, ...). Además, el ébola afecta principalmente a primates (monos, gorilas y chimpancés).

Tras propagarse del animal al humano, el virus entra en la comunidad rápidamente mediante la transmisión de persona a persona. El contagio puede ser de dos maneras: Por contacto directo a través de la sangre, órganos u otros líquidos corporales de personas infectadas, o bien por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos (como por ejemplo las agujas).

En las infecciones por el ébola no existe un cuerpo "portador". Esto se debe a que la manera en la que el virus aparece por primera vez en un ser humano en el inicio de un brote, sigue siendo desconocida.

Uno de los mayores problemas para paliar el contagio del ébola en África están siendo las ceremonias de inhumación. Las creencias religiosas africanas obligan a los familiares de los fallecidos a tener un estrecho contacto directo en los funerales con los mismos. Estas costumbres han propiciado enormemente la expansión del ébola en países como Liberia o Sierra Leona.

La transmisión entre el personal sanitario que atendía a los enfermos ha sido otro de los grandes problemas para evitar el rápido contagio del ébola. Esta es la llamada transmisión nosocomial, la que se produce dentro de los centros hospitalarios.

Este tipo de contagio ha sido una de las causas más importantes de la epidemia del ébola, ya que en los países africanos los médicos y enfermeros atienden a los pacientes afectados sin mascarilla, bata o guantes. Además, el material utilizado por estos médicos muchas veces es del tipo no desechable por lo que si las jeringuillas se contaminan y luego se vuelven a utilizar, la propagación del virus crece peligrosamente.

¿Cómo se cura el ébola?

Aunque a día de hoy no hay ninguna vacuna oficial contra el ébola, la Organización Mundial de la Salud (OMS), se encuentra estudiando ocho tratamientos y dos posibles vacunas contra la enfermedad. Uno de esos tratamientos, el fármaco Zmapp, fue el que consiguió curar a Kent Brantly y Nancy Writebol, los estadounidenses contagiados en Liberia.

Tras la aparición de los primeros síntomas del ébola, lo fundamental es buscar atención médica inmediatamente. Una atención médica temprana puede reducir considerablemente la tasa de mortalidad de la enfermedad.

También es importante evitar que el ébola siga contagiándose por lo que hay que seguir la pausas del control de la infección con el aislamiento total de los enfermos.

La peor epidemia de la historia

El ébola es una enfermedad infecciosa viral aguda que daña los vasos sanguíneos y produce una alta fiebre hemorrágica en los seres humanos y los primates. En conclusión, los afectados por este peligroso virus terminan muriendo por la pérdida de sangre. Se trata de una enfermedad muy mortal, con una tasa de letalidad del 90% de los casos.

Países como Sudán y Zaire ya registraron brotes del ébola en 1976, cuando el Dr. David Finkes describió por primera vez la enfermedad, conocida entonces como fiebre hemorrágica del ébola. Su nombre se debe al Río Ébola, situado cerca de Zaire.